Bioética: el diálogo moral en las ciencias de la vida

ble) se convirtió en el fundamento del pensar sistemático. Ya hacia mediados del siglo XIX, por una institucionalización que se verificó especialmente en Europa, la fisiología se res– tringió al estudio de las funciones de las "partes" de los organismos, órganos, tejidos, células. Ymás tarde, en el si– glo xx, la evolución del pensamiento tecnocientífico se ca– racterizó por instrumentos cada vez más perfeccionados y más exactos, cuyos resultados creaban realidades cada vez más precisas. De allí que nuevamente la fisiología ya no identificó una disciplina única, de objeto propio, sino que la palabra empezó a ser usada con aditamentos especificadores: fisiologia celular, fisiología molecular, fisiología cardíaca. La voz fisiología, de significar estudio de la naturale– za global pasó pues a indicar el estudio de la totalidad del hombre, luego el de sus órganos, tejidos y células y, final– mente, el de las fracciones más pequeñas de sus mismos oonstituyentes. Este proceso, conocido en su dimensión práctica como "especialización", tiene ciertamente carac– teres propios en cada disciplina y en cada ámbito del sa– ber, pero sin duda ha tenido importancia en desligar el estudio de su contexto global y se ha caracterizado por una inquisición cada vez más específica en segmentos de realidad, desvinculados del todo. El especialista, se ha di– cho, sabe todo de nada. Entre las muchas formas de considerar la necesidad del discurso bioético, ésta es de especial interés. Pues no lo concibe como una simple"aplicación" de la ética filosó– fica a un nuevo campo de problemas, ni tampoco obliga a recorrer la historia de las diferentes posturas éticas en busca de una explicación para la avalancha de informaciones de la época contemporánea. Más bien, lo interpreta como la necesaria emergencia histórica de una "contracorriente" 31

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