Bioética: el diálogo moral en las ciencias de la vida

médicos de todas las épocas han entendido su oficio como el de consoladores y resignados acompañantes. Mas, la sola existencia de un logro técnico de probada eficacia plantea la dura pregunta: ¿como decidir? y la no menos compleja: ¿quién debe decidir? En la ciudad de Seattle, en el Estado de Washington, se realizó en 1962 un verdadero experimento social: se en– tregó a un comité de personas, muchas de las cuales igno– raban la medicina, la tarea de tomar las decisiones sobre quién accedía al tratamiento salvador. El trabajo de ese comité fue el motivo del artículo de la periodista Shana Alexander en la revista Lije. Se tituló, naturalmente, "Ellos deciden quién vive y quién muere". Esas personas, con su actuación, fundaron un procedimiento para la toma de decisiones en el campo médico que trascendía a la profe– sión médica. Constituyeron un verdadero comité de ética, en cuyas deliberaciones se tomó en cuenta no sólo la his– toria clínica sino también la historia vital de los enfermos. El artículo de Beecher El profesor de anestesia de Harvard, Henry Beecher, no debe haber recibido sólo felicitaciones por un artículo que publicó en 1966 en la prestigiosa revista médica New England Journal of Medicine. Con el título, relativamente neutral, de "Ética e investigación clínica", el profesor in– dicaba que más o menos un doce por ciento de los artícu– los médicos publicados en 1964 en una importante revista empleaba procedimientos reñidos con la ética. Los médicos de todas las épocas han sido no sólo téc– nicos en el oficio de sanar sino también personas a cuyo cuidado se confían las vidas y las almas. Personas que, se 17

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