Proposiciones para una teoría de la medicina
1975). El ejemplo de los rayos N, que creyó descubrir el profesor Blondlot, es uno entre cientos; no demuestra mala fe ni incompetencia, sólo formas de "interés" (entre otras, "efecto del experimentador", presión política y social, necesidad de carrera). Lo propio cabe decir de Max Pettenkoffer, a quien se atribuye haber tragado un cultivo de bacilos de cólera para refutar a Koch, quien sostenía que los microbios causan enfermedades. El punto está ilustrado en el libro de Jules Henry, con énfasis en el "interés" pecuniario (Henry, 1967). La falacia de los estudios "sociales" de la tecnociencia consiste en presumir que ambos -tecnociencia y sociedad- son entidades que pueden "influirse" cuan– do en realidad "se constituyen" mutuamente (para una discusión ver Latour, 1987). 8 Aludo a los clásicos dicta de Naunyn, Weizsiicker y otros sobre la medici– na. Obsérvese que están construidos "adjetivalmente": nadie dice qué debe ser la medicina sino cómo debe ser. 9EI desarrollo de esta afirmación puede estudiarse en Merleau-Ponty (1945). IODeliberadamente ironizo sobre el punto. En algunos círculos, sin embar– go, el abuso de una terminología críptica que termina imponiéndose más allá de toda posibilidad de refutación, es un fenómeno digno de estudio. Pienso por ejemplo en el psicoanálisis bonaerense. lIMe refiero al libro K6rpergeschehen und Neurose. Analytische Studie über somatische Symptombildung, publicado en 1932, cuya segunda edición (1947) se encuentra incorporada al tomo 6 de 10& Gesammelte Schriften, publi– cados por Suhrkamp entre 1987 y 1990 (véase von Weizsiicker, 1987). 12La identificación del psicoanalista con el psicoterapeuta no está por cierto justificada, pero el psicoanálisis representó la forma más perfecta de profesiona– Iización de la psicoterapia, justamente imitado por otras corrientes. Para una discusión sobre las diferencias entre psicoterapeuta y médico, es útil el trabajo de WiIIi (1979). 13A diferencia de una revolución "prometeica", que aporta nuevas herra– mientas e instrumentos, una revolución "pigmaliónica" re-crea al hombre que ha de usarlos. Tomo la idea de Maliandi y de Mainetti, quienes aluden a aquel escultor que hizo una obra tan perfecta que se enamoró de ella. Los dioses, conmovidos, le dieron vida. 14Véase, al respecto, los comentarios de Ernesto Sábato en Hombres y Engranajes (Sábato, 1988). 15Con esta expresión se quiere relativizar las pretensiones de validez univer– sal de la biomedicina iatrotécnica. 16Sobre el uso relativamente específico que damos a este término véase más arriba. Debo a los trabajos de Alfred Auersperg llamar mi atención sobre su importancia. 86
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