Proposiciones para una teoría de la medicina
algunos quisieran admitir. No se trata sólo de que el destino último de una teoría, de un concepto, 3e una técnica, de un "objeto", dependa de lo que los demás hagan con ellos, sino que los demás participan desde el comienzo en su gestación. Los datos que publica el profesor J de nuestra viñeta no son simple– mente "verdades científicas". En realidad, son tales sólo para el Departamento de Relaciones Públicas de su institución. Él y su grupo saben cuan febles y criticables son sus asertos. Tal vez hasta descubrieron a última hora que no todo calza en la teoría ya en prensa, y que será motivo de un trabajo de refutación del grupo competidor. Los datos del profesor J interesan también a quienes los financian, públicos y privados. La industria que dotó al laboratorio y financió los reactivos está también interesa– da en ellos. A esto debe añadirse otra consideración interesante. El quién. Si una afirmación es hecha por cualquier profano, tiene en su apoyo lo escuchado, a medias entendido, leído, en todo caso lo no fiable. Si el doctor R hace una afirmación, toda la ciencia (y por extensión, la naturaleza) está con él. Si alguno quisiera disentir, decenas de artículos, nombres importantes, reputados expertos borrarán todo asomo de discrepancia. De vez en cuando, el descubrimiento de algún "fraude científico" hace tambalear el edificio. Pero, en general, no tiene mayores consecuencias 24 . No se concibe un poder conceptual sin estos ingredientes: validación en el medio resonante de la sociedad y el supuesto de que hay quienes, por socialización profesional y adhesión a un ethos, pueden hablar en nombre de una disciplina (o, lo que es igual, de la naturaleza)25. Suele olvidarse que las personas existen fuera de sus círculos profesionales, y'que este "fuera" incluye preferencias doctrina– rias y teóricas. Precisamente por soterradas necesitan destacar– se. Hay tantas identidades como grupos de pertenencia. Para la 73
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