Proposiciones para una teoría de la medicina

disocian: me siento enfermo, me consideran enfermo, pero no tengo una enfermedad; o bien, no me siento enfermo, no me consideran enfermo, pero sí tengo una enfermedad. En fin, las combinaciones son múltiples, porque no son estados discretos. Puedo estar "algo" enfermo, sentirme "algo" limitado, tener "enfermedades triviales, complicadas y graves". Es un juego de significaciones multifacéticas. En muchos idiomas, suele distinguirse entre la sensación subjetiva de malestar (illness, Kranksein), la enfermedad diag– nosticada (disease, Krankheit) y la enfermedad estimada por otros profanos (la sociedad en general), a la que podemos llamar sickness. Los términos de una esfera no siempre tienen equiva– lencia en las otras. Describo mi mal-estar como dolor de cabeza, sensación de fatiga, un no-sé-qué. Los demás hablan de lenti– tud, palidez, distracción. El médico dice: cefalea, astenia, adi– namia, síndrome febril; y resume: fiebre tifoidea. El suyo es un lenguaje de lenguajes: primero traduce mis quejas a términos técnicos, luego combina los términos y formula un diagnóstico. Las reglas de su combinatoria son parte de su arte y están moldeadas por su experiencia. Su comportamiento es fruto de estudio, observación e historia previa. Lo que caracteriza a la disciplina médica es ofrecer "objeti– vaciones" de formas de sufrimiento o menoscabo. La medicina crea objetos que tienen contenido simbólico e intencional. Uno es la idea de enfermedad. Se trata de un objeto teórico, que se define por contraste con otros: la salud, el bienestar. Al observar el proceso de gestación de tales objetos, legitimamos lo médico en una instancia procedural, en la acción de generarlos. Para entender el alcance de esta expresión, digamos que objetos no son cosas. La medicina crea objetos-cosas: instru– mentos, hospitales, fármacos. Pero no todos los objetos son cosas; hay objetos conceptuales: por ejemplo, técnicas quirúrgi- 56

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