Proposiciones para una teoría de la medicina

mi organismo ha revelado otra cosa, que sí parece importante; esto es grave. El médico ha tomado con mayor vehemencia mi caso. Soy un auténtico paciente: padezco algo, tengo una enfer– medad, transporto un mal pasivamente. Y de todo eso, no sé nada. No encuentro palabras para expresar el temor que me embar– ga. Iré a ver al, amigo médico, y le pediré explicaciones sobre ese procedimiento; si hay que hacerlo en un pabellón de cirugía, es porque se trata de algo serio. Leeré un libro de medicina que vi el otro día en la casa de L. El cuadro puede variarse de infinitas maneras. Supongamos que trabajo en una empresa que por diversas razones no permite que uno de sus empleados enferme de gravedad. Lo ha dicho el gerente en más de una ocasión. Mi situación económica está debilitada porque recientemente hemos invertido en ampliar la casa, en arreglar la pieza del jardín y en comprar un nuevo automóvil. He tenido la precaución de contratar un seguro de enfermedad, que cubre casos como el mío, sólo que si mi enfermedad fuera antigua, preexistente al seguro, éste no paga– ría nada. Me invade por lo tanto un sentimiento de vaga inquie– tud, que se desplaza de mi cuerpo a mi entorno, a mi familia, a mi grupo laboral, a los agentes del seguro, a las cosas que he comprado y a las que deberé renunciar, al hospital en que me practicarán una intervención, a los libros que contienen infor– maciones. Mi cuerpo, con el que conté siempre, se vuelve problemático. Es ahora parte de un rompecabezas que contiene piezas humanas y no humanas. El tiempo que me queda por delante está erizado de trastornos. El tiempo que dejo hacia atrás era, con todo, muy bueno. Y me siento definitivamente mal. No había notado, por ejemplo, que desde hace meses he bajado de peso, que ya no duermo tan bien como antes, que tengo ojeras. Se me ordena algo el pasado, múltiples signos revelan al fin su significado oculto. Se convierten en señales, en síntomas. Lo 54

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