Proposiciones para una teoría de la medicina
hay un rolo fondo universal de experiencias, contado, reconta– do y analizado desde posturas diversas. Launidad no es natural, sino cultural o procedural. Debe ser construida, hoy y ahora, en un vuelco "pigmaliónico" de la racionalidad 13, que respete sus aspectos instrumentales, sus dimensiones hermenéuticas y su potencial moral o emancipatoria. Tal es, en síntesis, el progra– ma de la teoría médica, que es metateoría, teoría de teorías (Lolas , 1990b). A LA BÚSQUEDA DE UN ESTATUTO TEÓRICO Es necesaria la búsqueda deliberada de un modelo de cientifici– dad para la medicina. Los límites y limitaciones de las profesio– nes se han vuelto confusos. Las demandas a la racionalidad superan con creces lo que ésta, históricamente, ha dado. El humanismo clásico ha sobrevivido a sí mismo, toda vez que sus temas, principios y doctrina, que desempeñaron un crucial papel de rescate en la conciencia europea de los siglos xv al XVIII, se plantean hoy en forma repetitiva e ineficaz. Queda como voz ambigua, en manos también ambiguas, como recor– dación cosmética de ideales dignos y humanos, paradójicamen– te exitosos. El movimiento humanista fue un activo promotor de la secularización del mundo y la naturaleza, y pronto se unió al materialismo cientista que ha constituido la espina dorsal de la modemidad l4 . Enfrentada a la heterogeneidad de la medicina, una cientifi– cidad coherente debe no sólo reconocerla sino explotarla. Por sus constantes antropológicas básicas como emoción, sufri– miento, goce, la medicina sólo es eficaz si es humanamente significativa, esto es, diseñada a escala humana. Sabiendo que la práctica obliga a compromisos, alianzas, desviaciones, torce- 40
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