Proposiciones para una teoría de la medicina

de aprender a vivir con algo menos que la perfección, que hasta entonces se había tomado por obvia. Nuestra comprensión de la enfermedad crónica ha progresado en los últimos años, sin embargo, aún faltan métodos probados para prevenir o retardar su comienzo, y el tratamiento de la enfermedad manifiesta raramente llega a su raíz, y más bien apunta a controlar algunas de sus manifestaciones". La principal característica de la enfermedad crónica, en términos del desarrollo de paradigmas para su sistematización y tratamiento, es la presencia conjunta de dos atributos: la perma– nencia y la globalidad. La primera alude al tiempo: la enferme– dad crónica es una enfermedad extendida en el tiempo, que se inicia y se prolonga sin límite definido; no es episodio, es destino. El segundo atributo alude al paciente: la enfermedad crónica no se detiene en el órgano afectado o en el menoscabo parcial. Afecta todas las esferas de la vida: el trabajo, las obligaciones sociales, la vida familiar; no es un accidente, es una alteración vital. El clínico Sydenham sostenía en el siglo XVII que las enfer– medades agudas exhiben una necesidad casi mecánica en su presentación sintomática; son, por así decirlo, más dependien– tes de las causas exteriores, de modo que conociendo éstas se pueden predecir aquéllas, y viceversa. Dios es la causa inmedia– ta de las enfermedades agudas, pero es sólo una causa mediata de las crónicas. En éstas, el hombre mismo es quien contribuye a su gestación y se entrelazan sutilmente con su biografía y su proyecto vital. Aparecen, por ejemplo, cuando los principios de la naturaleza de un hombre son débiles y se han debilitado más por la edad o a consecuencia de hábitos perniciosos largamente mantenidos. En las dolencias crónicas, Sydenham ve, por lo tanto, un factor biográfico o personal, y la persona humana determina sus manifestaciones generales y específicas. Ya hemos señalado (Lolas , 1985) el contraste entre el clínico 188

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