Proposiciones para una teoría de la medicina

punto de vista antagónico como complementario. Pero ello todavía es pura declaración de buenas intenciones. Más básico que todo es que nuestra antropología abierta lo sea desde su mismo comienzo. Esto significa que sea expresable en un dis– curso neutral capaz de acomodar -traduciendo sin distorsio– nar- otras perspectivas y que, de producirse una adición nove– dosa o importante pueda ser reformulado sin pérdida apreciable de esta "potencia acomodaticia"w. Una ciencia del hombre total, realizada por una persona armada de un solo método, es imposible. El pluralismo metódi– co necesario en una antropología abierta es también un pluralis– mo de observadores. Recalquemos que las disciplinas científicas son instrumen– tos para inventar realidades. Las antropologías no son ninguna excepción. Su tarea es generar "modelos de hombre", cuya principal virtud es ser útiles y cuya única prueba de validez puede encontrarse en la praxis. Patología teórica y modelos médicos. El modelo médico, como hoy le conocemos, está configurado por tres paradigmas (o, como dice Laín Entralgo, mentalidades): el anatomoclínico, el fisiopatológico y el etiopatológico. Todavía podrían agregar– se otros: por ejemplo, el conductual y el molecular. Estas perspectivas reflejan el proceso histórico de la "invención" de la medicina como disciplina, y cada una absolutiza un aspecto parcial, que en un determinado momento se arroga la represen– tación del conjunto. Es tarea de la patología teórica -y de la antropología que le va aneja- proveer el marco integrador para que cada punto de vista reciba atención y jerarquía. De ella cabe esperar que proporcione intuiciones para contrastar conceptos de enferme– dades, prácticas diagnósticas, implicaciones terapéuticas. Se trata, por lo tanto, de un programa de pensamiento y de acción. No de un conjunto de respuestas, sino de marcos apro- 180

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