Proposiciones para una teoría de la medicina

cación o su abandono, mantendremos el término, intentando una cierta consistencia en su uso. Laín Entralgo señala los dos posibles basamentos de esta disciplina: histórico, uno, y antropológico el otro. Toda actividad humana es constitutivamente historia. En cada palabra y en cada acto hay sedimentos de significaciones que es menester descubrir para traer una y otro a pleno esclareci– miento y efectividad. La eficacia de las técnicas no está, hoy día, en que sean haceres, sino en que son saberes. Saber hacer, no hacer solo, ni tampoco sólo saber. El momento teorético que esconde todo acto (los rituales de lo cotidiano) le da una dimen– sión fundamentalmente humana, y cuando decimos humana no podemos disociar esta expresión de una permanente referencia a lo histórico. Ortega y Gasset decía, tal vez con más intuición, que el hombre no tiene naturaleza, que tiene historia. Es así que la patología teórica, como toda otra disciplina fundacional y también fundamental, tiene una vertebración, que es historia, y debe ser entendida y estudiada como un sucesivo ocuparse de preguntas que, si bien son perennes en tanto que preguntas, no tienen sino respuestas parcelares, transitorias e incompletas. Mas la segunda dimensión de la patología teórica, prefigura– da en la primera, es la antropológica. El término antropología tiene también múltiples connotaciones y encontrados sentidos. Aquí le entendemos como una aspiración: la de articular los diversos saberes, actitudes y quehaceres que se hallan implícita o explícitamente vinculados a la medicina en un armazón con– ceptual, en una visión de conjunto. A ello alude el vocablo teoría. A visión. Una visión es un cuadro del conjunto construi– do a partir de algunos de sus elementos. Permite ver lo aún no visto, asignarle lugar, jerarquía y eficacia al descubrimiento futuro, a la noción olvidada, a lo que ya se dejó de decir. Nada hay, suele decirse, más práctico que una buena teoría. Una 175

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