Proposiciones para una teoría de la medicina
forma de vida, puede lograr?, ¿cuándo indica los riesgos de una conducta patogénica?, ¿cuándo elabora una lista de prohibicio– nes?, ¿o cuándo más bien se atiene a la vieja virtud de la prudencia -o de la phronesis- e indica aquello que es prácti– camente realizable aún si no técnicamente c0mpleto? Sin men– cionar la conexa pregunta: ¿cómo educa el médico?, ¿con su ejemplo?, ¿con su magisterio público a través de la prensa?, ¿con su palabra reiteradora de lo que los textos médicos se– ñalan? Es pues incorrecto hablar del acto médico como unitario. Y más incorrecto aún enjuiciar los méritos y deméritos de las dos posturas delineadas -la publicitaria y la comunicativa- en términos abstractos aplicables a "la" medicina en conjunto. La postura publicitaria puede tener, según el contexto, deter– minadas ventajas en el corto plazo. Mas podría vulnerar la prosecución de fines más universales y por ende mejores. Lo que es más importante, parte de la errada noción de que lo fundamental en la acción médica es su producto, ignorando que ella es, más que producto, fuerza productiva, praxis más que poiesis. Reiteremos: la salud -aun la idea misma de salud- no es "real" en el sentido que son reales los "objetos" de la ciencia. Éstos son más reales mientras más perspectivas distintas los iluminen. La infinidad de observadores y de métodos es la precondición de esta realidad "impersonal" de .los objetos. "Real, escribía Bergson, es aquello que puede ser abordado en infinita variedad de formas". "Un objeto, escribía Wittgenstein, contiene la posibilidad de todas las posiciones". Nuestro len– guaje corriente captura esta hipostasía: la mesa del sentido común se supone que es la mesa del físico, la mesa del escritor, la mesa en cuanto tal. No ocurre lo mismo con las acciones. En ellas persiste como inextirpable residuo su intencionalidad personal. Son hechas 142
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=