Proposiciones para una teoría de la medicina

como todo poder y toda hegemonía legítimos, encuentra su fundamento en la libre aceptación de las tareas comunes. LAS FORMAS DE LA DOLENCIA Sentirse enfermo es distinto de tener una enfermedad y distinto también de ser considerado enfermo. Estas tres dimensiones, o ejes, se conciben aquí no como invariantes sino como momen– tos del análisis. La síntesis de ellos es tarea de la reflexión médica, en la cual, inevitablemente, se incluye la perspectiva axiológica 6 . No puede decirse "como debe ser" la medicina o "como deben comportarse" los médicos y otros profesionales de la salud sin necesariamente aludir a "como deben comportarse" los que están en el rol de pacientes o dolientes. Hacer tales indica– ciones, a fuer de presuntuoso, sería también incorrecto. Supon– dría tener resuelto el problema antes de haberlo planteado. Plantear el problema, en términos éticos, significa ante todo una contrastación de opciones y por ende de libertades. Ninguna elaboración en tal sentido es razonable si no toma en considera– ción la pluralidad del acto médico, su polisemia, sus abiertas posibilidades: pues es sanar, educar, aconsejar, escuchar, orde– nar, amar y muchas cosas más. Cada una de estas connotaciones reestructura el medio en el cual el acto total se configura. Así, por ejemplo, sanar es una vaga finalidad, pues no pocas veces la intervención técnica adecuada no sana a las personas, por más que los cánones del arte y las precisiones de la ciencia digan que así ha sido. "Medicus curat, natura sanat". Recordemos la infinidad de "pacientes" "curados", más no sanos, que invaden nuestros sistemas de salud. Otro ejemplo: ¿cuándo educa el médico?, ¿cuándo indica a sus pacientes lo que una "diatía", una 141

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