Proposiciones para una teoría de la medicina

el lugar de los actores de una acción supone recrear un contexto que dote de sentido al conjunto. En ética clínica puede distinguirse cuatro funciones: educati– va, observadora, testimonial, y consultiva (Agich, 1990). Tales funciones equivalen a papeles diferenciables dentro de las ac– ciones del médico. La ética clínica es un momento reflexivo de la acción, que la prefigura, recapitula y ordena en los "usos" de la comunidad. Es una acción virtual que acompaña como una sombra la acción real, resaltando algunos de sus aspectos, esbozando otros, ocultando a veces. Pero siempre conjurando una totalidad más allá de lo inmediatamente dado, esbozándola como perspectiva de conocimiento. Es esta dimensión metamé– dica, en el sentido de "más allá de", la que confiere a la racionalidad crítica bioética -ya convertida en ética clínica– un rol insustituible en la reelaboración conceptual de la medici– na. Con la introducción de las ciencias sociales, primero, y luego con la implantación de esta racionalidad, se aproxima la constitución de un modelo de medicina, que sin renunciar a ninguno de sus aspectos históricos, los examine en el marco de una adecuada "perspectividad". Por perspectividad ha de entenderse una dimensión que privilegia considerar opciones y puntos de vista de los actores en tanto que tales. La medicina es un híbrido de conocimiento e interés práctico. No es un puro saber, mas tampoco un puro hacer. Es, cabalmente, un saber-hacer. Esta radical heterogeneidad de la medicina casi nos impedi– ría hablar de ella como de un quehacer unitario si no fuera que la totalidad a que se alude cobra sentido cuando es reconocida y aceptada. Así, no sólo la heterogeneidad de los puntos de vista del paciente, del técnico y de la sociedad, ni la otra, también obvia, de las distintas profesiones y teorías, deben ser tenidas en cuenta. También ha de considerarse la pluralidad de los roles de los actores en la praxis comunicativa (Lolas, 1988a). 128

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