Evaluación del aprendizaje autoconstruído: motivando la autonomía del universitario

Evaluación del Aprendizaje RUGIERO, A. M. et. alt. 87 como ‘prácticum’ que recoge la modalidad específica del trabajo profesional real (Schön, 1986), y que, como lo plantea también Mabardi (2001) el Taller es el eje indiscutido del método tradicional de enseñanza de la arquitectura, centrada en el proyecto. Mientras la formación en el proyecto conjuga las diversas modalidades de evaluación que puede efectuar el cuerpo docente –diagnóstica, formativa y sumativa-, la auto y coevaluación, con eje en el propio estudiante, contribuyen a la formación por el proyecto . En la entrevista colectiva y semi estructurada, realizada a un conjunto representativo de sujetos experimentales, se pudo constatar que, tal como se buscó intencionalmente, cuando se aplica autoevaluaciones del proyecto desde el inicio de la carrera, el estudiante las integra como connaturales al desempeño profesional. En efecto, los alumnos tuvieron expresiones favorables a la incorporación de la autoevaluación del proyecto, como consta en el análisis de resultados . La autoevaluación es, también para los estudiantes que la practican, una forma explícita de participación activa en el propio aprendizaje que cabe asociar a la consecución efectiva de la autonomía del universitario. El proyecto es, entonces -y además-, un vehículo del autoaprendizaje de competencias personales y sociales, ligadas a la capacidad de autoformación continua, al desempeño profesional enriquecido por el trabajo en equipos intra e interdisciplinarios, y al espíritu crítico e innovador. Las experiencias efectuadas y los resultados obtenidos llevan a afirmar, así, que el método tradicional de la formación del arquitecto no sólo admite estas técnicas formativas sino que, con el empleo de éstas, se reafirma su validez, optimizándolo. LA FORMACIÓN POR EL PROYECTO El importante desarrollo logrado por las ciencias cognitivas y las tecnologías de la educación, recomienda vigorizar los procesos de enseñanza aprendizaje. Esto, considerado en relación con el masivo acceso a la información -posibilitado hoy día, como nunca antes, por las tecnologías de la informática y las comunicaciones- lleva a enfatizar el carácter “didáctico” de todo proceso fecundo de enseñanza- aprendizaje. Hablamos de didáctica en tanto ‘arte de enseñar’ manteniendo un rigor de índole científica para el concepto de ‘pedagogía’. Esta diferenciación es relevante, creemos, justamente porque el conocimiento parece estar hoy día al alcance de todos; y sin embargo, siendo expedito, múltiple y universal en temas y enfoques, es también, en gran medida, aleatorio. Esa informalidad y falta de estructura de la información de la cual podemos disponer, da a las acciones educativas formales un margen considerable para la acción didáctica. Y es ésta una opción necesaria -urgente, incluso- para el logro eficaz en la construcción efectiva del conocimiento. La práctica sistemática de la autoevaluación, como queda demostrado, estimula la capacidad que tenemos de ser concientes de los procesos y productos internos cognitivos , es decir, estimula la metacognición, concepto que definiera John Flavell, en 1979.

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