Evaluación del aprendizaje autoconstruído: motivando la autonomía del universitario

Evaluación del Aprendizaje RUGIERO, A. M. et. alt. 29 No obstante, no se ha encontrado documentos que avalen experiencias implementadas con estos recursos en el ámbito universitario ni específicamente en la formación del arquitecto. Es más; desde las ciencias educativas en general, Fernández, A.G. (1999) lamenta la ausencia de una “cultura de la evaluación” que, de existir, no llevaría a evaluar a partir de la existencia de un problema, sino con una visión abierta, objetiva y receptiva, para recoger las apreciaciones justas sobre el sujeto u objeto de la evaluación. Este autor hace hincapié en que sólo liberando los procesos evaluadores de los abusos y desaciertos en la instrumentalización de sus resultados resulta probable la eficacia que se espera de ellos. Contribuir a esa “cultura de la evaluación” sigue siendo un desafío importante, en especial en el ámbito universitario. En tal sentido, Rosales (1977) precisa que es posible concebir la evaluación como un ámbito poco menos que disciplinar en sí, dado el notable enriquecimiento de las últimas décadas. La evaluación educacional tiene suficiente campo como para volcarse en sí misma y procurar sus propios logros, por lo cual este autor aboga por la estructuración de una disciplina investigadora cuyas líneas, objetos y fines se preocupa de sistematizar. Desde el ámbito disciplinario, en la conceptualización metodológica de la enseñanza de la arquitectura Mabardi (2001) reconoce que: “ No hay ninguna duda sobre la validez de utilizar el proyecto como soporte de la formación ... ”. Pero es igualmente es enfático al señalar la necesidad de ajustar el método a los requerimientos actuales: “ Los principios de la tradición de la enseñanza de la arquitectura siguen siendo aplicables, pero deben adaptarse al nuevo contexto del pensamiento y las potencialidades de nuestro tiempo .” Sobre la evaluación, sostiene Mabardi: “La enseñanza del proyecto tiene una manera muy particular de evaluar que los pedagogos llaman ‘formativa’. Lo que interesa de la evaluación es el efecto de la enseñanza en el alumno (...) necesitamos indicadores que permitan afirmar con alta probabilidad de certeza que el caudal crece en cierta cantidad o cualidad”. No ha podido establecerse que se haya avanzado en la formulación de tales indicadores. Estas posturas que se reseñan aquí, no han abandonado aún el plano teórico, para pasar a constituir prácticas habituales. No hay constancia de la existencia y difusión de experiencias válidas al respecto, cuyos métodos y modelos puedan ser aplicados sistemáticamente en los diversos programas y planes de estudio, en especial, a nivel de la educación superior. Por ello, ante las innumerables exhortaciones a producir cambios sustantivos en la formación profesional, se entiende de suma importancia restituir en plenitud la validez de la Enseñanza del Proyecto, como metodología tradicional de la disciplina, capaz de acoger las demandas sociales actuales, sin afectar su eficacia didáctica respecto de lo profesional en sí, antes bien: extrapolando su eficacia hacia lo que Mabardi denomina la formación “por” el proyecto. Si bien la literatura consultada establece por separado la importancia de la autoevaluación y de la autonomía, no se encontraron estudios sistemáticos acerca del comportamiento conjunto de ambas variables en el marco de la formación profesional en general, ni directamente referido a la formación del arquitecto. De allí el interés de avanzar en tal sentido.

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