Nuestros vecinos

Roberto Arancibia Clavel 536 maniobras desde 1915, la escasez de vestuario y equipo, el estado de mantenimien- to y antigüedad del armamento, el empleo de las fuerzas militares en el control de los desordenes internos y el divorcio entre la planificación y la ejecución.. Algunos autores entre ellos William Sater y Holger Herwig consideran que el modelo alemán aplicado demostró todas sus falencias en esta emergencia. La movi- lización de las fuerzas militares en 1920 frente al temor de una agresión peruana – la llamada «Guerra de don Ladislao»– puso en evidencia las deficiencias del Ejérci- to de Chile especialmente en lo relativo a su capacidad logística. Desde este punto de partida los autores plantean que las reformas de la institución emprendidas por los oficiales alemanes encabezados por Emilio Körner fueron un fracaso y que, tal como reza el título,(the Grand Illusion) la prusianización del Ejército no pasó de ser una ilusión .Los sucesivos cambios en la estructura del Ejército y de su estado ma- yor según el modelo alemán, la creación de servicios conexos y la adopción de los textos y reglamentos germanos, aparecen desvinculados de la realidad chilena y de las posibilidades económicas del país. Los autores advierten un doble problema: los efectivos reales del Ejército eran bastante inferiores a lo que decía el papel, mientras que las misiones que se le asignaban eran muchas más de lo que podía buenamente realizar. No solamente debía defender las fronteras nacionales, le correspondía, ade- más, combatir el bandidaje, proteger los ferrocarriles, patrullar las minas de carbón de Arauco en los días de pago, hacer respetar los cordones sanitarios y, hasta 1903, cuidar las cárceles. La mantención del orden interno, no solo durante las elecciones sino también con motivo de los conflictos sociales, se hizo más pesada con el agrava- miento de las tensiones laborales en el norte a partir de las primeras décadas del siglo veinte. En último término, queda demostrado que el modelo militar alemán tal como se implantó en nuestro país no dio los resultados esperados cuando se puso a prueba su eficacia en 1920. Sin embargo, más allá de la ineficiencia y corrupción está la insuficiencia de recursos, según ellos mismos reconocen. Chile no podía gastar como lo hacía Alemania, un Estado mucho más grande y próspero. Si necesitaba asegurar su defensa había también otras prioridades e intereses que se debía atender 58 . Por su parte Carlos Saez un experimentado general de la época sostiene algo similar «El año 1920, pudimos palpar las consecuencias del paso dado en 1906. Un simulacro de movilización puso en evidencia uno de los errores cometidos. En los momentos más críticos en que se creyó probable un conflicto bélico, pudimos ver que existía un verdadero divorcio en los altos comandos. El Inspector General del Ejército declaraba Urbi et orbi que los planes del Estado Mayor solo servían para alimentar con ellos una hoguera, mientras que esta organización consideraba la oportunidad, de acuerdo con la doctrina imperante, de imponer su criterio, fruto de los estudios hechos en largos años de trabajo. El futuro Comandante en Jefe del Ejército debía subordinar sus ideas a las normas de conducta que le marcara el estado mayor. Era ese un contrasentido, pero un contrasentido que se deducía lógi- camente de los principios que habíamos aceptado. En Alemania, la preparación y dirección de la guerra debía ser la obra del Gran Estado Mayor. Nosotros había- 58 Couyoumdjian, Juan Ricardo, William F. Sater y Holger H. Herwig, The Grand Illusion. The Prussianization of the Chilean Army. Lincoln (Nebraska), University of Nebraska Press, 1999 (16), 247, (3) páginas. Historia (Santiago) , 2000, vol.33, p.533-536. ISSN 0717-7194. 59 Carlos Sáez. op. cit.p. 31

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