Nuestros vecinos

José A. Morandé 48 En la situación de Chile, en general el nivel de análisis individual/idiosincrático juega un rol subordinado a los factores de los niveles estatal y sistémico en la orientación y formulación de su política exterior. En general, es posible observar elementos idiosincráticos que inciden en la formulación de la política exterior chi- lena sólo en situaciones específicas que encierran un cambio en la dirección de la política exterior o cuando ciertos líderes o Presidentes utilizan estos elementos para legitimar la imagen internacional de Chile. En el período que nos interesa destacar en este estudio, el liderazgo personal por el Presidente o por el Ministro de Relaciones Exteriores ha sido un factor determinante en momentos de mayor trans- formación en la estructura doméstica o en el caso de legitimación de estas transfor- maciones domésticas con la comunidad política internacional. Un mayor énfasis del liderazgo personal puede ser encontrado en situaciones donde la diplomacia de prestigio es usada para alcanzar un incremento de la pre- sencia regional o internacional. El mismo General Pinochet, cuyo régimen dictato- rial resultó en una pérdida del prestigio internacional de Chile, utilizó las reformas económicas y su modelo neoliberal en un intento por revertir la imagen deteriorada del país. Aun perdiendo la democracia, Pinochet utilizó la inserción internacional económica de Chile como una muestra al mundo del resultado de una estrategia seria y de orden interno. Por cierto que una vez restaurada la democracia en 1990, tanto los Presidentes Aylwin, Frei Ruiz Tagle, Lagos y recientemente Bachelet, han usado el éxito económico chileno como una carta de presentación en los intentos de incrementar la participación internacional del país en el mundo. El liderazgo personal del Presidente Lagos fue elocuente en la profundización de la inserción internacional económica de Chile en diversas latitudes del mundo. En general, sus habilidades y cualidades como estadista afianzaron una política de estado iniciada por los gobiernos democráticos desde los inicios de los noventa. Su conocimiento, experiencia y convicciones sobre la realidad internacional contribu- yeron a posicionar a Chile en forma expectante en la economía global, al mismo tiempo que en forma creciente y en colaboración estrecha con otros líderes mundia- les ha vuelto a comprometer y legitimar a Chile en su vocación y compromiso permanente con los esfuerzos multilaterales y los valores democráticos en la socie- dad internacional. En el ámbito regional, tanto la participación oportuna del Presi- dente como su adscripción realista y pragmática a la tradición institucional y lega- lista de la política exterior chilena, permitieron, en parte, limar y aminorar los efectos adversos de las carencias y debilidades políticas de la actual inserción chile- na en América Latina, particularmente en relación con los países vecinos. En Argentina, en cambio, el rol del liderazgo personal es consustancial al caudillismo histórico y se traduce muchas veces en propuestas de orden mesiánico que apelan a nacionalismos y liderazgos regionales frente a crisis domésticas de orden político y económico. Sus respuestas y soluciones son generalmente de corto plazo, contando con masivos apoyos populares o a presiones internas de diversos grupos de interés que se presentan en forma recurrente en la nación trasandina. En otras palabras, la fragilidad institucional y la falta de políticas de Estado que acompañen a las cambiantes y erráticas estrategias de inserción internacional, han facilitado la incursión de factores idiosincráticos en la política exterior, des- cansando muchas veces esta última en la voluntad y conductas personales del líder

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