Nuestros vecinos
Mario Matus G. 366 complejo que sirva de fundamento político para su ejecución. Es difícil suponer que Bolivia pueda realmente asomarse a una posibilidad de desarrollo si no en- frenta y supera definitivamente estas dinámicas. La primera de ellas se refiere a las constricciones impuestas por el territorio. Bolivia es un país aún muy vulnerable y dependiente a los condicionamientos im- puestos por su geografía. El país se halla muy fracturado por las grandes macroformas del relieve y esto ha significado que desde su independencia, el Estado ha sido sobreexigido mucho más allá de sus capacidades para poder cumplir los roles bási- cos de control territorial, monopolio en el ejercicio de la fuerza y recaudación fis- cal, que finalmente nunca ha logrado cumplir a cabalidad. Estos rasgos geomorfológicos también han promovido formas históricas de poblamiento dise- minado e incomunicado, que eleva a rangos insostenibles los esfuerzos del Estado para levantar infraestructura física y generar redes educacionales y sanitarias. Jun- to con elevar los gastos públicos, esta conformación territorial ha opuesto barreras muy elevadas a la integración de los mercados locales y regionales, en tanto eleva sustantivamente los costes de transporte. Si a esos rasgos se suma el hecho que en una buena parte del Altiplano la agricultura tradicional dominante casi no genera excedentes comercializables, tenemos un cuadro en el que en la práctica no existen estructuras de incentivo que estimulen un crecimiento de la oferta, en base a venta- jas competitivas ni a mecanismos de complementariedad productiva entre las re- giones económicas. Los escasos datos históricos referidos a comercio interregional señalan que cada una de las regiones económicas de Bolivia han cultivado vínculos mucho más estrechos con los países circundantes que entre si y, entre otras cosas, se corresponden con economías de enclave, con escasos eslabonamientos producti- vos. Visto así, los beneficios que Bolivia podría obtener de una mayor integración territorial -optimización de la inversión pública y promoción de mercados profun- dos e integrados- podrían ser mucho mayores de los que se podrían obtener de un acceso libre y soberano al Pacífico, que en sí mismo sólo podría mejorar el acceso global a los mercados mundiales, más allá de lo que las actuales franquicias garan- tizan, pero no resolvería el problema de la desconexión territorial con el Oriente y la zona tropical del Norte. Esto no significa, sin embargo, que el acceso libre y soberano al litoral carezca de importancia, pero sitúa el tema en otra área con potencial transformador, un gran mercado regional tripartito entre las tres nacio- nes fronterizas. Una segunda Path Dependence que ejerce un rol clave en el atraso de Bolivia es la persistencia de un tipo de ruralidad que aún está marcada por lo que antigua- mente se denominaba dualidad minifundio –latifundio, pero que además se halla agravada por situaciones propias del país, entre las que destacan las pautas históri- cas de poblamiento, el enorme grado de fracturación étnica entre las comunidades originarias y con respecto a los grupos urbanos dominantes, y el persistente aban- dono en que han quedado estas comunidades por el Estado, fundamentalmente por las enormes dificultades para llegar a las localidades. Básicamente, las comunida- des originarias del Altiplano pudieron mantener sus derechos de propiedad y sus formas de explotación sin generación de excedentes hasta fines del S. XIX, debido a que el Estado boliviano requería financiarse del tributo indígena y obtenía los insumos alimenticios para la minería desde el exterior. Las tierras del Altiplano, de baja calidad y rendimiento, y las formas tradicionales de cultivo, permitieron que
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