Nuestros vecinos

Mario Matus G. 362 dejando al país bastante expuesto –por sus propias acciones– ante una coyuntura externa desfavorable. Es claro, que en el mejor de los casos, los gobiernos no con- tarán con ahorro interno suficiente como para financiar políticas contracícilicas que puedan contrarrestar los eventuales efectos negativos de una contracción del comercio en la Balanza de Pagos. De tal modo, incluso los equilibrios fiscales que se han conseguido están sujetos a una significativa incertidumbre. Por el lado externo, la apertura comercial ha tenido éxito en elevar el número de socios comerciales, pero se ha diversificado la cesta exportadora muy modestamen- te. Esto no significa que los resultados no hayan mejorado. Mientras que desde 1967 a 1985 la participación porcentual de las exportaciones en el PIB descendió desde 24,1 a 14,3, entre 1986 y 2004 ese valor se recuperó hasta alcanzar un 26,4% (World Development Indicators Database, 2003), con una proyección de 26,0% para el 2006 ( IMF Country Report, nov 2005 ). Desde ese punto de vista, no cabe duda que Bolivia ha logrado recuperar su vocación exportadora. El problema es que esa mejoría se sustenta básicamente en la irrupción del sector hidrocarburos y en la exportación de minerales, dejando en claro que falta aún mucho para desarro- llar la potencialidad exportadora del país. Los equilibrios externos tampoco cuentan con otros soportes sólidos. Dado el elevado grado de dependencia al sector minero y de hidrocarburos y la relativa inseguridad jurídica que rodea a futuras inversiones, es impensable para la econo- mía boliviana actualmente plantearse un eventual desplazamiento de factores hacia nuevos rubros exportadores que sustituyan el rol jugado por el gas, el petróleo y los minerales 3 . Al menos hasta ahora, no se ha conseguido ampliar de modo significa- tivo la cesta de productos exportables y la base exportadora sigue teniendo una base muy estrecha (Gray Molina, 2003). Detrás de esta situación se observan fenómenos característicos de una economía de enclaves, en la que las reducidas actividades exportadoras exitosas tienen esca- sos eslabonamientos con el resto de la economía y absorben muy poco empleo. Visto así, el peligro de un dutch disease es menor en relación al grado de aislamien- to del sector más dinámico de la economía, que canaliza la casi totalidad de las inversiones y no tiene ningún incentivo para conectarse a otros sectores producti- vos. Como consecuencia de la continuidad de este patrón exportador tan estrecho, el eventual empeoramiento de la vulnerabilidad externa radica fundamentalmente en la posibilidad que los precios de los hidrocarburos y los minerales bajen del alto nivel en que actualmente se encuentran y que se discontinúen las inversiones en el sector, después de la introducción del Impuesto Directo sobre los Hidrocarburos. Por su parte, el traspaso de protagonismo al sector privado no ha estado exento de importantes problemas y ha tenido un impacto muy reducido en una mejora del 3 Las condiciones son adversas. No se ha logrado acumular ahorro público y privado que se pueda volcar a inversión, no se han logrado algunos importantes aprendizajes empresariales en nuevas capacidades productivas, no se vislumbran actividades productivas relativamente afines que faciliten eslabonamientos productivos, no ha mejorado significativamente la in- fraestructura como para pensar en mercados más integrados y con mejor acceso al mercado mundial y, finalmente, la fase expansiva ha sido muy breve, de modo que no han sido deste- rradas las visiones de corto plazo entre los agentes.

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