Nuestros vecinos
Mario Matus G. 358 porando nuevos productos y servicios de mayor valor añadido y, por ende, más competitivos y de mayor elasticidad de demanda. Por cierto, una diversificación de la cesta exportadora y de la cartera comercial –y especialmente, una transforma- ción cualitativa de la pauta exportadora– implica políticas de Estado, que absor- ben el esfuerzo de varios gobiernos, es decir, se trata de políticas inter-temporales, sostenidas en el tiempo y que no deben ser retrotraídas por un gobierno. Otros instrumentos de política contra-cíclica están constituidos por estabilizadores automáticos. Los fondos de compensación, por ejemplo, se acumulan durante pre- cios favorables de los precios de un commodity o durante precios favorables de un insumo importado. A la inversa, cuando los precios del commodity decaen y se elevan los precios de los insumos importados, los fondos son utilizados para soste- ner el presupuesto fiscal evitando que caigan los ingresos o bien evitando que se eleven en exceso los precios de insumos claves para los sectores productivos. Fon- dos previsionales constituidos por sistemas de ahorro personal y cuyos beneficios dependen en buena medida de inversiones externas, se comportan en alguna medi- da como estabilizadores de la inversión interna, mientras que seguros de desempleo financiados de modo mixto impiden que el gasto de las familias decaiga de modo radical en los períodos de mayor desempleo. Todos estos instrumentos de política impiden que las fluctuaciones del comercio mundial y sus efectos en la cuenta corriente de la Balanza de Pagos de los países, hagan naufragar la estabilidad macroeconómica y, al mismo tiempo, sirven de so- porte para que los pilares del puente roto no se desprendan, sigan nivelados y pro- porcionen los incentivos suficientes para que el sector privado recupere la confian- za y su capacidad exportadora, reforzando los sectores existentes o creando nuevos sectores, apenas se adelanten las señales de una recuperación. Mientras todas estas políticas se orientan hacia la fase descendente del ciclo, durante su fase expansiva se requiere tener bien controlado el crecimiento del gasto público (una buena forma de lograrlo es establecer metas de superávit fiscal) y mantener atada la inflación a pisos razonables bajo un 4% –mediante operaciones monetarias de mercado abierto (compraventa de divisas) o de manipulación de la tasa de interés por parte del Banco Central– e impedir que el tipo de cambio se transforme en un factor adverso a la ampliación de las capacidades exportadoras. Lo primero hoy es parte de un consenso y se ha tendido a conseguir, después de duras experiencias. Lo segundo es más complejo. Requiere que el país sea capaz de rechazar la entrada de flujos de corto plazo –normalmente de tipo especulativo- que pueden generar una caída artificial del tipo de cambio nominal (que en el caso de Chile se consiguió a través de un uso prudente del encaje bancario) y, a la vez, evitar que tanto el éxito exportador de un commodity genere un alza perjudicial del tipo de cambio que afecte otros sectores exportadores (enfermedad holandesa) o que la divisa se encarezca demasiado. Por cierto, no es posible realizar estas políti- cas si los Bancos Centrales no son realmente autónomos de los gobiernos, y si los enfoques monetarios predominantes descuidan el pragmatismo en favor de la orto- doxia o la heterodoxia.
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