Nuestros vecinos

Raúl Bernal Meza 30 20 Una importante literatura reciente, sobre la base de estudios y trabajos empíricos, ha puesto de manifiesto este relevante progreso. La síntesis es que las sociedades de Argentina y Brasil nunca estuvieron tan cercanas como a partir del período que se abrió en 1986. Para señalar algunas obras: Amado Cervo y Wolgang Dopcke (comps.), (1994), Relações Internacionais do Países Americanos. Vertentes da História, Brasilia, Linha Gráfica Editoria; Amado Luiz Cervo y Mario Rapoport, (orgs.) (1998), História do Cone Sul, Rio de Janeiro , Editora Revan y Brasília, Editora da Universidade de Brasilia; Samuel Pinheiro Guimaraes (2000), Argentina: Visões Brasileiras , Brasília, Instituto Brasileiro de Relações Internacionais; Amado Cervo y Mario Rapoport (eds.) (2001), El Cono Sur. Una historia común, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica; Alejandro Frigerio y Gustavo Lins Ribeiro (organizadores) (2002), Argentinos e brasileiros. Encontros, imagens e estereótipos , Petrópolis (R.J.), Editora Vozes; Raúl Bernal-Meza (2005), América Latina en el mundo. El pensamiento latinoameri- cano y la teoría de relaciones internacionales , Buenos Aires, Nuevohacer/Grupo Editor Lati- noamericano. cultura y su compromiso con la integración sudamericana; con programas de co- operación e intercambios culturales, científicos y tecnológicos; invitación para vi- sitas de estudiantes (a distintos niveles) y de académicos. En este sentido vale la pena revisar lo que ha sido la experiencia brasileño-argentina, donde a partir de los acuerdos Sarney-Alfonsín, que fueron el inicio de lo que hoy es el Mercosur, se pudo revertir una historia de recelos, desconfianzas e, incluso de desinterés mu- tuo 20 . Asimismo, impulsar actividades comunes en áreas como periodismo, arte y cultura, empresas y comercio, más allá de las zonas tradicionales de Buenos Aires y Mendoza, y hacia el exterior. El buen desempeño de la política exterior y de las relaciones internacionales de Chile en otros escenarios geográficos, reflejado en una agenda que presenta los éxitos del comercio exterior –y que ponen al país en condiciones de asociación comercial con las principales y más dinámicas economías del mundo como su ma- yor performance – resultarán empañados en un escenario subregional en el cual el país se encuentre relativamente aislado. Si Chile quiere construir esa relación con Argentina será a todas luces contra- producente desconsiderar al Mercosur o intentar competir por el liderazgo regio- nal con Brasil o jugar al «balance de poder» entre ambos; temas que para la Argen- tina son muy importantes. En el primer caso, no es necesario replantearse la polí- tica comercial de apertura para acercarse a un arancel externo común cada vez más distanciado, porque ello excede largamente el contexto de las relaciones bilaterales o subregionales, ya que implica la revisión del modelo de desarrollo económico e inserción internacional, sino construir y avanzar en los aspectos políticos e institucionales de un compromiso chileno con el bloque; en los temas de la coopera- ción científico-tecnológica, cultural y educativa y en las posibilidades de una aún no imaginada agenda económica que va más allá de las cuestiones comerciales y arancelarias. En el segundo caso, porque no hay política exterior regional viable que no se asiente sobre las realidades objetivas del poder y las capabilities que hacen del Brasil un gigante en ascenso dentro de la pirámide del poder mundial, con capacidades autónomas incomparables con el resto de países sudamericanos, cues- tión que para la Argentina es tema de especial interés. El problema que presenta el relacionamiento más estrecho de Chile con el Mercosur es su creciente multilateralismo comercial, su modelo de regionalismo

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