Nuestros vecinos
El proceso de integración cultural entre Chile y Bolivia... 265 crítica no eliminable, sino también la razón de ser de la misma apropiación por parte de la memoria histórica. El interés humano –religioso, moral o intelectual– es el elemento propulsor de la misma comprensión en lecho de la memoria». 5 Esto pone entre los aspectos de fondo a debatir desde una línea que construya una nueva memoria el otro aspecto de la discusión: ¿cómo conciliar la objetividad histó- rica con la construcción de la memoria? Es evidente que la historiografía es una disciplina plural. La continua subdivisión o parcelación e ellas en especialidades, de un lado, y la constitución de una historiografía constituida esencialmente por el diá- logo con las Ciencias Sociales, un proceso del que teorizó Fernand Braudel, supone también la recreación de ciertos criterios de validación y objetividad en la narración, de modo de acercar la historiografía a las Ciencias Sociales, más que a la narrativa. De hecho Jacques Le Goff, resolviendo de algún modo el dilema, ha planteado en El orden de la memoria , que la forma científica de la memoria es la historiografía. Esto significa que se construye la memoria de forma disciplinaria, pero que los vacíos que se advierten, los silencios o vacíos no son tales, sino formas intenciona- das de construir la imagen del pasado . La construcción de un aparato de historia social, institucional, es la manera de construir la identidad. Pero ello implica que la memoria no solo es reconstitución del pasado, sino también un instrumento y un objetivo del poder político. Lo nuevo de esta construcción de la memoria, es que aparte del aparato institucional, de la forma científica que es la historiografía, hay nuevos instrumentos que permiten producirla. La radio y la televisión entre ellos, tema no menor en un mundo globlalizado y que se habrá de hacer cargo del rol de la opinión pública. 6 Los problemas de la memoria no sólo se presentan en Europa. También se pre- sentan en América, y de hecho la construcción de varias nacionalidades de la re- gión, han estado estrechamente relacionadas con la memoria y las historiografías nacionales. Bolivia no ha sido la excepción. Su discurso histórico, ha permeado todo su pensamiento y cultura es la reivindicación marítima a partir de la Tregua de 1884. Esto se traduce en un discurso militante. Entonces es evidente que el propósito de esa historiografía es producir una memoria determinada, en este caso «Bolivia tuvo mar y debe recuperarlo». ¿Esta afirmación puede contestarse afirmativamente para el caso de Chile? ¿Qué significado tienen estas respuestas para el Estado chileno? O, ¿cómo podrían interpretarse las posibles respuestas a este cuestionamiento en función de políticas futuras? Ciertamente, la labor historiográfica configura un imaginario nacional, que con- tribuye de modo decisivo al ser nacional. Demos un ejemplo. Existe una diferencia absoluta entre hablar de «invasión» y «ocupación»; lo mismo entre «firmar un Tratado» y «ratificar un Tratado». No es un tema semántico, señalar que Chile ha usurpado el litoral o decir Bolivia nunca tuvo mar. Y de estas frases se nutre la memoria histórica entre Chile y Bolivia. Entonces, para construir una nueva agen- da entre los dos países, ¿han de revisarse los dichos? En este sentido, dos temas de competencia estatal deberán ser abordados desde la discusión teórica en los próximos años. El primero guarda relación con el diseño 5 Giovanni Turco, op. cit. , p. 250. 6 Jacques Le Goff, El orden de la memoria , Paidos, Barcelona, 1991, pp. 181-182.
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=