Nuestros vecinos
El proceso de integración cultural entre Chile y Bolivia... 263 nudo en su historia abordaba a Bolivia de palco, al que le cargan las discusiones y rinde homenaje al statu quo en su política exterior frente a Bolivia en lo que se ha denominado diplomacia de administración del statu quo . (Rodríguez Elizondo, 2004) Demás está decir que el instrumento de trabajo es justamente la educación y la promoción cultural. El problema sin embargo, surge a partir de su concreción, aspecto que seguramente, debiera llamar la atención tanto a historiadores, relacionistas internacionales y expertos en política exterior puesto que en la lectura que presentamos el problema central –postulamos– es el uso de la memoria histó- rica que han desarrollado los dos países. 1. Los usos de la memoria A veces es difícil explicar que la labor del historiador no es aquella de saber historia y menos la de proyectar al futuro el contenido de la experiencia del pasado. Muy por el contrario, la historia como disciplina es una forma de ordenar y com- prender los hechos del pasado desde un procedimiento y una lógica externa. Ese contenido lo enhebra el historiador, quien mediante el uso de fuentes, es decir de documentos orales o escritos, monumentos, restos, puede desarrollar la evolución de una vida, un proceso o un hecho. La escuela de los Annales ha popularizado la idea que los hechos de corto plazo, la historia política, es la espuma de la historia, y que ella se encuentra en verdad escrita en cientos de años, a través de los cambios de las estructuras económicas, sociales y la mentalidad. Por otro lado, es aceptado que desde el período de la Ilustración, la labor de los historiadores tiene una influencia o impacto público notable. Por eso mismo hay que distinguir entre la historiografía, como disciplina, y la selección que se hace desde la historia por individuos, sujetos o grupos más amplios. Es indudable que la memoria histórica selecciona aquellas experiencias que marcan a un pueblo y que las autoridades políticas han considerado esenciales para su legitimidad. De mane- ra que la memoria histórica, como experiencia, se diferencia notoriamente de la memoria historiográfica. Este es un aspecto, a trabajar por Chile y por Bolivia, donde una buena parte de la historia escrita sobre las guerras sostenidas y la cons- trucción de los Estados está aún por escribirse, y sobre la cual se ha insistido que está todo descrito. La memoria según sus teóricos y observadores como Bartlett 1932 y Halchbwachs 1925/1992, 1998, supone un carácter social constructivo y no reproductivo, inesta- ble, porque recrea el pasado y tienen una dimensión colectiva de cómo recordar el pasado. En la memoria social las instituciones y las características culturales de los grupos pesan decisivamente. Halchbwachs puntualizó que la memoria se define por los grupos y sus intereses, y es una actividad social porque es compartida por la comunidad. Cumple por ello con las funciones de cohesión social y permanencia de la identidad. Empero, la memoria social no es unívoca, sino plural, por los diferentes proce- sos que se enfrenta. Para algunos, se trata de la identificación de un sujeto social unido a un proyecto, en otros casos, puede también observarse como parte de la
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