Nuestros vecinos

Loreto Correa Vera 260 complementariedad económica. «No se trata de ver el tema con una lupa de un siglo atrás, pero tampoco de mantener, bajo el lema imperialista de entonces de que la victo- ria da derechos, un Tratado que alimenta una injusticia que se debe reparar», comenta. El historiador coincide que en esta tarea debe incluirse la participación de la región. Desde ya debe estar Perú, ya que si bien el Tratado de 1904 cerró toda posibilidad de salida al mar por el territorio chileno, el de 1929 cerró toda posibilidad de salida por costas que fueran peruanas. Entonces –dice– ambos Tratados deben revisarse. En caso de revisarse, ¿qué se debe considerar o reconsiderar? Primero, partir de que el Tratado debió hacerse en mejores condiciones para Bolivia; en segundo lugar, plantear propues- tas. Una de ellas, la de Cajías, es la soberanía compartida, que fue aplicable en el caso peruano-ecuatoriano y que es «completamente aplicable al caso boliviano-chileno, a través de una salida por Arica, por ejemplo», sostiene el historiador. Contrariamente a la posición de revisar el Tratado existe otra que no sólo des- estima esta posibilidad sino que incluso advierte que podría «confundir» más y «desviarnos del camino hacia el verdadero objetivo: reintegrar a Bolivia al océano Pacífico con soberanía». Uno de los defensores de esta posición es el ex canciller Antonio Araníbar, para quien revisar el Tratado es un planteamiento juridicista del problema de la reintegración marítima ya superado por la política internacional nacional. Es decir, que Bolivia reconoce la vigencia del Tratado de 1904, por lo que no es un problema jurídico el que existe con Chile, sino que es un problema político e histórico y que al ser resuelto va a requerir probablemente de otro Trata- do, el cual, en última instancia, será necesario para resolver el tema de la mediterraneidad. Pero, como se dijo, este paso jurídico debe ser resultado de una decisión y respuesta políticas a un problema histórico entre ambos países. Para Araníbar, plantear la revisión de este documento llevaría a la confusión porque no va en la dirección del objetivo de la reintegración marítima con soberanía al Pacífico, tema pendiente a ser resuelto entre Bolivia, Chile y Perú. Entretanto, lo que se debe hacer es, más bien, demandar que se cumpla adecuadamente el Tratado, ya que –dice el ex Canciller– al respecto existe un rosario de incumplimientos siste- máticos por parte de Chile. Un ejemplo actual es el camino entre Charaña y Arica, que no es de lo mejor para el tránsito de mercaderías de Bolivia a Chile porque el lado chileno no ha sido mejorado para ello, a pesar de haber un compromiso del país vecino. «Ésta es una pequeña muestra –opina Araníbar– de no sólo del incum- plimiento del Tratado, sino también del anacronismo y mezquindad con la que actúa Chile con Bolivia. Tal paradoja evidencia que mientras Chile tiene facetas de una extraordinaria y dinámica modernidad reconocida por todo el mundo, tiene, respecto a Bolivia, muestra conductas chicaneras y mezquinas». Ya sea mediante la soberanía compartida, el enclave, u otro mecanismo, lo ciertamente real es que a cien años del polémico Tratado de Paz y Amistad, se abre, más que nunca, la posibilidad de resolver este conflicto pendiente no sólo por el significativo apoyo internacional, sino también la imperdible oportunidad histórica de hacerlo en un marco democrático regional que así lo exige. En este sentido, ninguna de las propuestas debería ser adelantadamente desestimada antes de un debate o discusión, que, de seguro, ocupará la atención de todos los países de la región en una agenda que obliga a tratar los temas de política exterior mutua sin exclusiones y con criterios distintos.

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