Nuestros vecinos
Raúl Bernal Meza 22 no tienen hoy la dimensión del pasado, ellos siguen estando políticamente presen- tes; vínculos que no están influidos por el peso de una agenda política negativa ni por problemas limítrofes de una frontera común que no tienen. Asimismo y por diferentes razones –políticas, económicas, migratorias, etc.– Argentina tiene una significativa influencia política sobre Bolivia y que se ha manifestado en ocasión de los problemas políticos internos bolivianos ocurridos en los últimos años. A pesar de ser limítrofes, Argentina no carga con el peso de una «historia negativa» en sus relaciones con Bolivia. Un resultado positivo para Chile en estas áreas de la agenda chilena con Argen- tina requiere de un acertado diagnóstico sobre las relaciones bilaterales y la profundización de los progresos conseguidos en el período 1990-2005. Para este ejercicio es necesaria la identificación de las dificultades que encuentran al presente dichas relaciones y que surgen, en buena medida, de las percepciones argentinas sobre Chile y vice-versa. Algunas de éstas tienen su base en antecedentes históricos y otras son resultado de la propia dinámica de las relaciones internacionales chile- nas durante el período de las administraciones de la Concertación. Como señala Pablo Lacoste en libro reciente, la Argentina y Chile mantienen actualmente buenas relaciones diplomáticas y comerciales. Sin embargo cada uno percibe al vecino como expansionista, agresivo y oportunista. El país propio es la «víctima ingenua»; el otro, el «astuto victimario». Estas imágenes mantienen latente el conflicto entre ambas naciones por vastos territorios de enorme interés económico y estratégico 5 . Coincide este autor con otros –tal el caso de Carlos Escudé– en que estas visiones xenófobas y chauvinistas se fundan en afirmaciones inexactas de las historiografías argentina y chilena respecto de la historia de las fronteras, es decir, de los límites internacionales y de la soberanía. Sin embargo, más allá de que esta interpretación tiene fuertes elementos de consistencia, tal vez no alcanzan a explicar en toda su dimensión la problemática de la rivalidad y competencia que aún persiste, cuando los problemas limítrofes han sido resueltos en condiciones aceptadas por ambos países y se ha avanzado como nunca en la historia en temas de cooperación en Seguridad y Defensa. Dado que el objetivo de este documento es centrarse en la percepción de la Argentina sobre Chile –con el fin de argumentar modificaciones en el ámbito de la política exterior– y no al revés o de ambas, nos aplicaremos al mismo, sin que ello implique el no reconocimiento a causas y responsabilidades compartidas por las sociedades políticas de los dos países. El primer elemento a considerar es la persistencia de sentimientos anti-chilenos en diferentes sectores de la sociedad argentina, a pesar de que ella fue muy solidaria con el exilio (político y laboral) chileno y que entre 1974 y 1990 más de 300 mil chilenos se radicaron en ese país, cifra que hoy ronda por la mitad. La Argentina ha sido un país ciertamente generoso con los inmigrantes y culturalmente el más cos- mopolita de América Latina. No obstante y –paradojalmente– distintos sectores sociales, políticos, culturales y periodísticos son aún predominantemente no favo- rables a una profundización de los vínculos de su país con Chile. Aún así, es difícil 5 Pablo Lacoste (2003), La imagen del otro en las relaciones de la Argentina y Chile (1534- 2000) , Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, en co-edición con el Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Santiago de Chile.
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