Nuestros vecinos
Dos siglos de relaciones chileno-bolivianas 225 anticipadamente a sus funciones, pareció inicialmente poner un compás de espera, al desconocerse los criterios que podría imponer durante sólo doce meses en el Palacio Quemado el Presidente Quiroga. Sin embargo, la designación como Can- ciller de Gustavo Fernández; de Alberto Zelada como Viceministro y de Fernando Messmer con Cónsul General en Santiago, parecieran llevar a la conclusión de que el ritmo de mantendría. Se empezó a hablar de un TLC, un tratado minero; un acuerdo sobre recursos hídricos; unidos a la salida y procesamiento de gas boliviano para mercados inter- nacionales, eventualmente por Mejillones, o Patillos. El Presidente Sánchez de Lozada –que vino a continuación– había demostrado en el pasado que no es partidario de mantener con Chile polémicas inconducentes y estériles Los desórdenes y manifestaciones que echaron por tierra al Gobierno de Sánchez de Lozada, en octubre del 2003, y que llevaron al poder al Vicepresidente Carlos Mesa, trajeron cambios importantes en lo doméstico de Bolivia e incorporaron ingredientes nuevos en la relación bilateral chileno-boliviana. Esto último, porque una proporción importante de las consignas de los manifestantes que botaron a Sánchez de Lozada estaba caracterizada por sentimientos antichilenos, contrarios a situaciones como la del gas en cuyo fracaso los únicos verdaderamente perjudica- dos fueron Bolivia y su pueblo. El diálogo entre Chile y el Gobierno de Mesa, con activa participación del Can- ciller Juan Ignacio Siles, fue difícil. Hubo momentos de particular tensión como la Combre de Monterrey y las sucesivas Asambleas Generales de la O.E.A. Posiblemente la actitud boliviana se endureció como consecuencia de las difi- cultades que surgieron entre Chile y Argentina respecto del gas natural, siguiendo una conducta que ha caracterizado a los gobiernos bolivianos a través de los tiem- pos: si ven problemas entre Chile y Argentina se sienten estimulados a adoptar posiciones más duras. Los acuerdos posteriores argentino-bolivianos llevaron a excesos que en Chile provocaron efectos muy negativos El énfasis de Mesa en que ninguna «molécula» de gas boliviano podría venir a Chile perjudicó notablemente las perspectivas de diálogo, que ya eran muy limitadas. La caída de Mesa, en junio de 2005, y su reemplazo provisional por el Presidente de la Corte Suprema Eduardo Rodríguez, permitió que entre Bolivia y Chile se reabriera un diálogo positivo, lo que se facilitó por la actitud del Canciller Armando Loayza, que logró establecer una vinculación saludable con el Canciller chileno Ignacio Walker. La asunción del Presidente Evo Morales –efectuada el 22 de enero– abre incóg- nitas respecto de lo que podría ser la vinculación bilateral en el futuro. El elemento que complica es que el estado actual de Bolivia no permite alimentar grandes esperanzas sobre sus capacidades de negociación, como consecuencia de los grandes problemas que enfrenta, Sánchez de Lozada llegó a señalar que «llevada a un extremo, Bolivia podría ser el Afganistán de los Andes, un Estado fallido que exporta droga y desorden». Hay un interesante comentario sobre el particular aparecido en «Los Tiempos», de Cochabamba, del 16 de noviembre del 2006. Mesa parecía tener la obsesión de que Bolivia pudiera desintegrarse, como con- secuencia de las tensiones con Tarija y Santa Cruz.
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