Nuestros vecinos

Dos siglos de relaciones chileno-bolivianas 223 de Lozada. El propio Jefe del Estado adoptö una actitud de mayor deferencia frente a Chile, inspirado al parecer por un gran pragmatismo que lo llevaba más bien a buscar entendimientos positivos para ambos antes que a debatir los proble- mas del pasado, inspirado y empeñado en el anhelo de lograr éxito con lo que llamaba su «Nueva Política Económica», que había iniciado a mediados de la década anterior como Ministro de Estado. Luego de un exitoso viaje a Chile, Sánchez de Lozada creó un Comité Nacional Consultivo para procurar estructurar una política de Estado en relación con Chile y el tema marítimo. Como ha ocurrido a menudo, durante la administración de Sánchez de Losada surgieron en Bolivia algunas opiniones respecto a la posibilidad de que ese país pudiera aceptar un entendimiento que no contemplara necesaria- mente una cesión de soberanía de Chile a Bolivia. El advenimiento del Gobierno del Presidente Banzer, en agosto de 1997, esta vez por la vía democrática, marcó inicialmente un retroceso en el diálogo bilateral. Desde un comienzo, el Presidente Banzer retoma la vieja e inefectiva estrategia de llevar sus quejas a los distintos foros internacionales, desarrollando diversas y vio- lentas campañas antichilenas. Uno de sus primeros temas lo encontramos en reite- radas y escandalosas acusaciones en contra de Chile por los campos minados que en etapas anteriores, en especial en los difíciles años previos a la conmemoración del centenario de la Guerra del Pacífico, se habían colocado por parte de las Fuer- zas Armadas chilenas en algunos sectores de la frontera con Bolivia, y talvez en mayor medida con Perú. Con posterioridad, el gobierno de Banzer fue planteando diversas materias tales como exigencias en lo relativo al acopio de minerales en Arica y Antofagasta, problemas de la agencia aduanera boliviana, aspectos sobre habilitación de nuevos puertos para el libre tránsito de Bolivia, etc. Aprovechando una huelga portuaria en Chile, el Gobierno de Banzer lanzó violentas acusaciones, afirmando que no se respetaban los compromisos contraídos en 1904. A poco an- dar, las discrepancias se centraron en el tema del aprovechamiento de las aguas del río Silala o Siloli. El río Silala o Siloli pertenece a la hoya hidrográfica del río Loa y es afluente directo del río Inacaliri, que a su vez es tributario del río San Pedro y este último, del río Loa. Las nacientes en Bolivia se ubican en torno a los 22º03´ Lat. S y 68º07´ Long. W., en una zona volcánica y agreste, situada al noreste de Calama. Las ver- tientes nacen de afloraciones que se alimentan en parte por vía subterránea y que tienen su fuente en el deshielo de las nieves y montañas vecinas, cuyas cumbres superan los 5.000 m. (Volcán Apagado, Cerro Inacaliri, Cerro Siloli; etc.). El Silala o Siloli escurre naturalmente aguas abajo hacia Chile (hay una pendien- te de 6%) Hay numerosos estudios, mapas, documentos y observaciones que así lo testimonian. El cruce del límite chileno-boliviano se produce a través de una que- brada de 20 m. de ancho, aproximadamente, con un promedio de 20 a 30 m. de escarpadas laderas. Es un cañadón que responde en forma clara a las características de una formación geológica producida por efecto del agua. Quisiera agregar que tuve ocasión de recorrer el sector en un par de oportunidades, por lo que al formu- lar estas apreciaciones no me baso en documentos chilenos sino en mi observación directa. Se trata, por escaso que sea su caudal, de un río internacional, recurso hídrico compartido por Bolivia, país «aguas arriba» y Chile «país aguas abajo». Ello significa que Bolivia es soberana en sus nacientes y Chile lo es en su curso

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