Nuestros vecinos
Dos siglos de relaciones chileno-bolivianas 211 altura, aproximadamente, para recorrer una distancia apreciable y desembocar en Coipasa (3.760 metros de altura), donde sus aguas se evaporan o se consumen en el salar del mismo nombre. Se había producido sobre este tema un largo diálogo entre ambos países, desde 1939. En las Memorias de ambas Cancillerías y en diversas otras publicaciones hay constancia de las numerosas comunicaciones intercambiadas entre los dos gobier- nos en relación con este proyecto. Existe en los registros y memorias de ambas Cancillerías constancia de numero- sos intercambios de comunicaciones, iniciados el 10 de noviembre de 1939, por la Embajada chilena en La Paz, que se encontraba a cargo del Embajador Benjamín Cohen, quien desde un principio aclaró que el aprovechamiento de las aguas en nada perjudicaría los derechos bolivianos como ribereño del curso inferior del río y que se encuadraba en lo estipulado en la Declaración de Montevideo de 1933. Desde un principio quedó claro, a juicio del gobierno de Chile, que no se trataba de una desviación del río sino tan sólo de un aprovechamiento muy limitado y parcial de sus aguas. En el mes de agosto de 1949 se realizó una reunión técnica mixta de ambos países en la zona, verificando que el proyecto de las obras de captación no alcanza- ría a tomar sino un porcentaje menor de su caudal. Chile entendió que estaba en condiciones de dar inicio a los trabajos de canali- zación y captación, procediendo en consecuencia. Sin embargo, en 1958, Bolivia volvió a insistir en sus reservas frente a los traba- jos que se realizaban en el río Lauca. Sostuvo que no se había llegado a un entendi- miento adecuado y, junto con pedir la suspensión de los trabajos de captación, solicitaba nuevos antecedentes técnicos sobre las obras. El 6 de marzo de 1959, el Canciller Vergara Donoso remitió una larga nota al embajador boliviano en Santiago, Renán Castrillo, resumiendo las alternativas de los veinte años de conversaciones sobre la materia. Reiteró que no se había produ- cido ninguna alteración a los antecedentes en poder y en conocimiento del Gobier- no Boliviano, que Chile proseguiría la ejecución de las obras, ya que ellas se ajusta- ban al procedimiento de la Declaración de Montevideo, y en una década no se había presentado objeción técnica alguna sobre las mismas, e insistía Chile en que se designara una nueva comisión mixta que visitara el lugar. La llamada «cuestión marítima» comenzó a agitarse conjuntamente con las ac- ciones relacionadas con las obras en el río Lauca y a entremezclarse más y más ambos temas. Los acontecimientos se fueron complicando en los primeros meses de 1962. Existía una situación –el Lauca– que estaba siendo largamente conversada por ambos países y de la noche a la mañana las autoridades bolivianas comenzaron a darle connotaciones que jamás debió tener. Se mezcló la cuestión de carácter técni- co con el tema de las pretensiones marítimas de Bolivia y podría sostenerse que la crisis final se precipitó en el caso del Lauca a partir del momento en que el Canciller Carlos Martínez Sotomayor fue categórico para expresar al Embajador Monroy Block de Bolivia –verbalmente y mediante Memorandum– que el Gobierno de Chile no estaba dispuesto a mezclar en una misma agenda el tratamiento del Lauca y la cuestión marítima. Junto al fracaso de reuniones de alto nivel que pudieron
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=