Nuestros vecinos

Carlos Bustos 198 Con el correr del tiepo, se produjeron y profundizaron diferencias en la inter- pretación del Tratado de 1866. Sotomayor Valdés señala que el instrumento acor- dado planteaba inquietudes por cuanto» no tenían respuesta clara las siguientes interrogantes: ¿ cómo sería administrado este negocio común?, ¿en qué forma se distribuirían las utilidades ¿qué medidas de vigilancia y precaución tomaría un go- bierno en relación al otro? ¿hasta qué punto los derechos de uno, como propietario, tendrían que subordinarse a los derechos del otro, como dueño del dominio i de la jurisdicción nacionales? 8 . Nuevos y desfavorables escenarios. El pacto secreto Perú-Bolivia En la medida en que se fueron acercando Perú y Bolivia y se fue enfriando la relación entre ambos y Chile, el Perú fue acentuando una actitud antichilena con objetivos geopolíticos propios, consecuencia de la molestia con que el viejo y rico Virreinato apreciaba el progreso de Chile, pobre y menospreciada ex-Capitanía General. Sin lu- gar a dudas, el Perú temía por su hegemonía –y la del Callao– en el Pacífico. En este panorama, uno de los elementos claves para entender los orígenes de la Guerra del Pacífico debemos buscarlo, en un pacto secreto de alianza mutua, sus- crito entre el Perú y Bolivia el 6 de febrero de 1873, Su texto aparece reproducido en una infinidad de obras que tratan sobre el tema. Las citas que haremos a continuación han sido sacadas de la «Guerra del Pacífico», de Gonzalo Bulnes. Se establecía que «las altas partes contratantes se unen i ligan para garantizar mutuamente su independencia, su soberanía i la integridad de sus territorios res- pectivos, obligándose en los términos del presente tratado a defenderse de toda agresión esterior, bien sea de uno u otros Estados independientes, o de fuerza sin bandera que no obedezca a ningun poder reconocido». Se hacía presente que «de- clarado el casus foederis las altas partes contratantes se comprometen a cortar inmediatamente sus relaciones con el Estado ofensor» y se agregaban estipulacio- nes como la contenida en el art. VII en que se expresaba que «declarado el casus foederis la parte ofendida no podrá celebrar convenios de paz, de tregua o de ar- misticio sin la concurrencia del aliado que haya tomado parte en la guerra». El Tratado, en general, creaba una malla de obligaciones entre los aliados que parecían buscar darle al aliado que supuestamente no podía ser ofendido –el Perú– un amplio control de la situación y de los escenarios que presumiblemente podrían producirse. Toda la estructura del Tratado de 1873, aparecía claramente dirigida a la situa- ción chileno-boliviana. Hay antecedentes históricos para sostener que la iniciativa para el acuerdo nació en Bolivia. Sin embargo, encontró terreno más que fértil en el Perú, país que con toda razón alimentaba sueños de grandeza, nacidos al amparo de la riqueza y adelanto de las épocas virreinales. Llama la atención, sin embargo, que el acuerdo haya sido perfeccionado precisamente cuando el Perú tenía el pri- mer gobernante civil de su historia. 8 «Legación en Bolivia», Sotomayor Valdés, pág. 56.

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