Nuestros vecinos
Gustavo Fernández Saavedra 174 na, en el futuro próximo o mediato y sugerir las medidas para que ese horizonte se concrete. La dimensión del siglo veintiuno Han ocurrido muchas cosas desde que ese planteamiento se presentó, al comen- zar el año 2000. Ahora se insinúan oportunidades que cambian la esencia de ese planteamiento. Modifican su dimensión, amplían sustantivamente su alcance, pero, sobre todo, subrayan su urgencia. Comencemos por mencionar el potencial de desarrollo de la zona trinacional mencionada, multiplicado por el efecto combinado del impacto de China en el mer- cado de materias primas y el extraordinario crecimiento económico del Brasil. Enrique Iglesias suele decir que el efecto de la incorporación de China a la eco- nomía mundial es equivalente a la construcción de un segundo piso en la casa fami- liar. Gracias a China, en gran medida, han caído los precios globales de las manu- facturas y servicios de mano de obra intensiva, pero, sobre todo, ha aumentado el valor de las materias primas –minerales, alimentos, energía– que el nuevo gigante necesita para sostener su crecimiento, que, por lo que estiman los expertos, tiene todavía un amplio horizonte de expansión. Por eso China necesita y busca una relación estratégica con América del Sur. Y en este caso, la expresión lleva la connotación histórica de largo plazo que el uso cotidiano le quitó. Requiere acceso a materias primas. Alimentos en Brasil, Argen- tina, Uruguay, Bolivia. Energía en Venezuela, Ecuador, Colombia, Bolivia. Minera- les, en Chile, Perú, Bolivia. El principal destino de esa relación es Brasil, convertido en uno de los principa- les exportadores mundiales de productos agroindustriales. En la frase del Economist «el apetito de China por lo que Brasil produce, agudizada por la urbanización, parece tan inevitable como su propio ascenso a la condición de superpotencia» 16 . La tasa de crecimiento anual de sus ventas al exterior duplica la de Estados Unidos y la Unión Europea y es uno de los pocos productores mundiales de alimentos que no ha desarrollado todo su potencial. A diferencia de sus competidores no se está quedando sin tierra. Puede agregar 90 millones de hectáreas a las 60 millones que tiene cultivadas, sin afectar la foresta húmeda 17 . Esas dos grandes tendencias –demanda china y oferta sudamericana de mate- rias primas– confluyen en el Pacífico Central. Allí se deberán construir los puertos –Mejillones, Iquique, Arica, Matarani, Ilo, están en la lista de opciones– que sir- van de puerta de salida del gigantesco potencial granelero del centro oeste brasilero y su proyección paraguaya y boliviana. Y del cobre, del hierro, del gas, de la carne, de Chile, Perú, Bolivia, Brasil y Argentina. Esos puertos pueden ser el equivalente, en el nuevo siglo, de Valparaíso, Callao, Buenos Aires, Río de Janeiro. Bolivia tiene dos funciones críticas en esa proyección. La primera, es evidente. Por los caminos y ferrocarriles de su territorio se moverán buena parte de esos 16 The Economist , «The harnesing of nature s bounty. Brazilian agriculture», Nov. 3 rd , 2005. 17 Silvio Crestana, «Embrapa», The Economist , op. cit.
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