Nuestros vecinos

Gustavo Fernández Saavedra 172 altiplánica el clima es seco y árido, con producción agrícola significativa en la proximidad de los Lagos Titicaca y Poopó. Su potencial turístico es muy grande por la atracción del Lago Sagrado, las ruinas de Tiahuanaco, la Villa Imperial de Potosí, Sucre y el Carnaval de Oruro. La expansión reciente de las exportaciones de textiles, orfebrería y artesanía indica que la dotación de mano de obra califica- da es un recurso que debe tomarse en cuenta para el desarrollo industrial de la zona. La inversión en el proyecto minero de San Cristóbal y el éxito de la empresa aurífera Inti Raymi señalan que la explotación minera andina puede recuperar en Bolivia su antigua significación, luego del colapso de la minería estatal. La I y II Regiones en Chile, completan más de 185.148 km 2 de extensión y tienen una población próxima al millón de habitantes. El clima es desértico y árido, con notoria escasez de agua. Valles angostos en las cuencas de los ríos Lluta, Vítor, la quebrada de Camarones, Loa, sólo permiten labores agrícolas de pequeña escala. La minería es la más importante actividad económica de estas regiones. Los princi- pales centros de producción de cobre de Chile se encuentran aquí. Sin embargo, se reproduce en esta región el modelo de economías de enclave, tradicional en la ex- plotación minera. El otro puntal de la economía del norte chileno, con mayores efectos en el desarrollo de la región, es la atención del comercio con Bolivia, que se conecta por el camino Patacamaya-Arica y los ferrocarriles La Paz-Arica y Oruro- Antofagasta y se despacha a través de los puertos de Arica, Iquique, Antofagasta. La Zona Franca de Iquique responde a la lógica de impulsar este comercio. El punto que destaca más pronto es el de la infraestructura física y los medios de facilitación del comercio, en la doble ruta de acceso al Pacífico y al Atlántico. La creciente producción del territorio agrícola que incluye el oriente boliviano y el Centro Sur brasilero, destinada al mercado de los países latinoamericanos del Pací- fico y de ultramar, requiere de caminos, ferrocarriles y puertos adecuados al volu- men y características de la carga. Por el otro lado, la producción peruana y chilena llegaría a los mercados brasileros y argentinos por esas rutas. Esa nueva dimensión del comercio continental requerirá un enorme esfuerzo de modernización de me- dios de comunicación que fueron diseñados para el servicio de pequeños mercados internos. Por cierto, deben examinarse cuidadosamente las modalidades de financiamiento de la construcción de esa infraestructura, de interés continental, cuyo costo se encuentra más allá de los medios limitados de Bolivia y, eventualmen- te, de Chile y Perú. La responsabilidad básica de la construcción de este tipo de infraestructura física es el Estado, aunque no debiera descartarse el sistema de con- cesión por peaje en algunos tramos y en algún momento. De la misma forma, tiene que examinarse la conexión física de las tres regiones entre sí, mediante caminos secundarios y vecinales, electrificación y telefonía rural y programas de saneamiento ambiental, encaminados a crear un mercado propio en la zona integrada. Es un esfuerzo más pequeño, que no tiene la espectacularidad de las vías biocéanicas, pero que influirá decisivamente en el nivel de vida de las poblaciones aledañas. El trabajo dentro de esta zona debería procurar también la conciliación y aproximación de los planes de educación y salud de los tres países, para aprovechar experiencias comunes y economías de escala. Este es un tema en el que claramente los protagonistas principales deben ser los gobiernos locales, con el apoyo del gobierno central.

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