Nuestros vecinos

Una mirada a las relaciones Bolivia-Chile-Perú 169 lo sumo y por una violencia inaceptable, separadas transitoriamente. En las pala- bras de Bákula, «suponer que el Perú se había batido cuatro años con tan cruento y doloroso esfuerzo para que Bolivia obtuviera una recompensa, resultaba una in- consecuencia». Por su parte, el Canciller Arturo García Salazar subrayó (30 de abril 1919) de manera contundente: «el Perú jamás consentirá en hacer dejación de sus derechos sobre esos territorios, que no está dispuesto a cederlos a ningún precio». En 1926, cuando todavía disputaba el dominio de Arica, se vio «en el duro trance de desesti- mar la propuesta del Honorable señor Secretario de Estado Kellogs», que mencio- namos líneas arriba. Y en 1976, cuando llegó a sus manos la consulta que le remitió el Gobierno de Chile con los resultados de la negociación que había avanzado con Bolivia desde el abrazo de Charaña, respondió con un nuevo planteamiento 13 –un área portuaria trinacional entre el casco norte de Arica y la línea de la Concordia, así como entre el Océano Pacífico y la Carretera Panamericana–, que no fue acep- tado por Chile. Es así como se ven las cosas desde Bolivia. Intentemos explicarnos la lógica y los intereses del Perú. Tacna y Arica eran gemelas, se complementaban económicamente. Arica tenía el comercio, Tacna la agricultura. Arica el centro aduanero, Tacna, la capitanía cultural. «Se concentró en Tacna y su provincia la presencia peruana, mientras que en Arica los hechos habían sufrido un cambio» –dice Juan Miguel Bákula en el libro tantas veces mencionado. «No sólo era Arica una plaza fuerte, sede del poder mili- tar y naval de Chile, sino era un polo de actividad internacional, al que la construc- ción del ferrocarril a La Paz y el tráfico comercial, impusieron una función determi- nante. Aún cuando, todavía hoy, se siguen subrayando otros elementos, reitero mi convicción en el sentido que la necesidad impostergable de salvar a aquel reducto invencible (Tacna) se convirtió en un imperativo de acción política». Consiguió su propósito y salvó el honor. El Perú «rescató la provincia de Tacna y a sus pobladores, lo que no estaba en la mente chilena cuando se acepta negociar en Washington». Y logró además confirmar la presencia del Perú en el puerto de Arica. Y se ha negado, desde entonces, con diferentes argumentos, a perder o redu- cir esa presencia. Es un punto de honor de la política exterior peruana. Durante cerca de sesenta años se mantuvieron observaciones al cumplimiento de varias obligaciones derivadas del Tratado de 1929, hasta que, en noviembre de 1999, se suscribió el Acta de Ejecución. Cerrado ese capítulo, surge el diferendo sobre la delimitación del territorio marítimo, cuyas características se han descrito en el punto anterior de este artículo. En verdad, en el fondo, Perú no quiere que Bolivia vuelva al mar, con soberanía, por territorios que fueron peruanos. Ollanta Humala, candidato a la Presidencia, confirma ese punto de vista en entrevista a AFP del 19 de enero de 2006. Dijo: «Chile le ha quitado territorios a Bolivia y deberá buscar una salida al mar por territorio que fue boliviano. Es lógico, no por territorio que fue peruano». «Arica ha sido territorio peruano» 13 «El Canciller de la Puente pretendía lograr lo que el Presidente Leguía no pudo: poner simbó- licamente un pie en la heredad de Bolognesi», Jorge Gumucio, op. cit., p. 194.

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