Nuestros vecinos

Gustavo Fernández Saavedra 166 Así lo consagra la Resolución A6426 del 26 de octubre de 1970, aprobada en la IX Asamblea General de la OEA. Anota en los «Considerandos» que la presiden: «es de interés hemisférico permanente encontrar una solución equitativa mediante la cual Bolivia obtenga acceso soberano y útil al Océano Pacífico». La Resolución fue apro- bada, continúa, «para lograr el objetivo señalado en el punto anterior y consolidar una paz estable que estimule el progreso económico y social en el área de América directamente afectada por las consecuencias del enclaustramiento de Bolivia». Al declararse competente para pronunciarse sobre el punto 19 de su Temario, pese a la oposición de Chile, la Asamblea reconoció categóricamente la validéz de los planteamientos bolivianos y, muy en particular, el que se glosa ahora. La refe- rencia a la necesidad de «consolidar una paz estable» evoca el Art. 2o. de la Carta de la OEA, que señala como uno de sus propósitos esenciales «prevenir las posibles causas de dificultades» «entre las Partes Contratantes». En el mismo sentido, los Jefes de Estado y Cancilleres de 92 Estados Miembros (a los que deben sumarse Observadores de 18 países), reunidos en la Sexta Confe- rencia Cumbre del Movimiento de Países No Alineados, celebrada en La Habana en 1979, otorgaron su respaldo a la justa y legítima reclamación de la República de Bolivia a recuperar su salida al Océano Pacífico, con plenitud de soberanía». Por cierto, no son sólo los gobiernos los que apoyan la demanda boliviana. La opinión pública latinoamericana ha expresado siempre su proximidad a la posición de mi país. Pero ése no es un fenómeno reciente. Mario Barros apunta «la guerra del Pacífico había dejado a Chile en el sitial más destacado del mundo americano. Pero no ganamos con ello las simpatías de nadie. En las grandes masas de opinión (y en la intelectualidad del continente), Chile se perpetuó como un país militarista cuyos anhelos territoriales no se pararían en Tarapacá, Antofagasta, Tacna y Arica 7 . De manera persistente, Chile (o sus representantes) han señalado que es necesa- rio mirar hacia delante, que los tres países no deben quedar detenidos en el pasado y que hay muchas cosas que pueden hacer juntos, de beneficio mutuo. En su pers- pectiva, son indispensables medidas previas de creación de confianza. Por eso, to- man iniciativas como las de la apertura del mercado chileno a productos bolivia- nos, sin reciprocidad. Y ha procurado hacer lo mismo con el Perú. Los bolivianos no coinciden en esa apreciación. Su enfoque es diferente. Están convencidos que no se puede hablar del futuro sin resolver los problemas del pasa- do. Que la primera tarea del futuro es encarar los legados de la historia. Encuen- tran que las medidas de creación de confianza son mecanismos de distracción, que desvían el debate, con la intención de relegar la consideración del problema de fondo. Desde luego, los bolivianos conocen la complejidad del problema y su extrema sensibilidad política. Saben que se requerirá inteligencia, tiempo y suerte para des- amarrar este nudo gordiano, que no se puede cortar por la fuerza. Pero creen que el objetivo debe quedar claro desde el principio. Que el proceso debe comenzar con la declaración explícita de la disposición de Chile a otorgar a Bolivia una salida sobe- rana al Pacífico. Ir más allá de fórmulas ambiguas, como las de «negociaciones sin exclusión». Una declaración que abra la puerta del proceso negociador y ponga en 7 Mario Barros, Historia Diplomática de Chile , pág. 439.

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