Nuestros vecinos
Una mirada a las relaciones Bolivia-Chile-Perú 165 yecto del puerto de exportación de LNG boliviano. Algunos pensaron que Bolivia y Chile podían cerrar un entendimiento de proyección histórica en esa materia, sin el conocimiento del Perú 5 . Si les sirve de consuelo, no estuvieron solos en el error. En el mismo punto tropezaron muchos otros políticos bolivianos y chilenos. Y lo mismo ocurrirá en el caso de un arreglo chileno-peruano en el ahora postergado anillo energético o en el diferendo sobre los límites marítimos. Se interpretará en Bolivia como el cierre definitivo de sus posibilidades de acceso soberano al mar. El Perú –ya se ha visto– no fue un factor positivo en la solución de la demanda de reintegración marítima de Bolivia, por Arica, por razones no necesariamente comprensibles. Don Gustavo Medeiros dice a propósito, «ya sabemos que en 1929, prefirió entregar Arica a Chile antes que aceptar cualquier arreglo favorable a Bo- livia. Pero, no solo esto, sino que mediante un protocolo secreto, se comprometió, justamente con Chile, a no dar paso a ninguna demanda o aspiración de Bolivia sobre los territorios materia del convenio. Lo evidente es que el Perú nunca vió con agrado la participación de Bolivia en el arreglo de Tacna y Arica» 6 . Recuperada Tacna y afirmada su presencia, aunque fuera simbólica, en el puer- to de Arica, la política de rescate de las «provincias cautivas» ha sido colocada en la trastienda. La hipótesis de guerra se descartó hace un cuarto de siglo, cuando se aproximaba la conmemoración del centenario de la guerra. Con el beneficio del conocimiento directo, el mismo Bákula recuerda que por primera vez en un siglo, en 1973, se había roto el equilibrio estratégico entre Perú y Chile, en beneficio del primero y que, sin embargo, no se produjo el enfrentamiento armado que muchos esperaban. Si se hubiera concretado, dice «aún la victoria militar hubiera tenido resultados incalculablemente perjudiciales para ambos contendientes» (y para Bo- livia, podría añadirse). Sin embargo, no está todavía en paz. Apenas concluyó el largo proceso de nego- ciación del Acta de Ejecución del Tratado de 1929, ha replanteado una controver- sia territorial, a propósito de la fijación de límites marítimos. Otra vez hay un «asunto pendiente» entre Chile y Perú. Chile lo negará, pero el problema está ahí. Bolivia, por su parte, ha dicho siempre que no hay beneficio presente o futuro que pueda sustituir su demanda de retorno soberano al mar. Estará dispuesta a avanzar siempre que esté claro que ése es el final del camino. Y, mientras tanto, llevará constantemente a los foros internacionales su demanda de justicia. No aban- donará la insistencia en estos foros –que tanto irrita a Chile– ni repondrá relacio- nes diplomáticas, hasta que no queden dudas sobre el sentido y el posible desenla- ce de las negociaciones. Los temas «menores», pero irritantes, como los del régimen comercial, el régi- men aduanero, el régimen de aguas, deben enfrentarse y resolverse en su propia identidad. Pero no sirven para el propósito de crear un «mejor ambiente» para la negociación de fondo. El diferendo que tres países mantienen en el área del Pacífico central es, por cierto, un problema de carácter continental. Chile se obstina en desconocerlo, pero su empecinamiento no cambia la realidad. 5 Ver Pérez Yoma, «Una misión: las trampas de la relación boliviano-chilena. Cayetano Llobet». La Prensa , 17 de abril 2005. 6 Gustavo Medeiros, op. cit.
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