Nuestros vecinos
Gustavo Fernández Saavedra 164 documento, es un «mecanismo destinado a restar trascendencia a los incidentes y facilitar su trámite, con un evidente carácter precario, por cuanto estaba fuera de las definiciones de las respectivas legislaciones», cuya finalidad exclusiva era «se- parar las faenas de pesca entre los dos países» 3 . El Comunicado peruano deja abierta la puerta diplomática. «Este tipo de discre- pancias deben solucionarse a través del diálogo bilateral, en el marco de la amistad y la buena voluntad», dice su texto. Ambos países han expresado su disposición para plantear el caso al Tribunal de La Haya. La discrepancia no tiene arreglo fácil. El Congreso peruano aprobó la ley y el Ejecutivo la promulgó. Chile desconoce su efecto jurídico y queda una zona contro- vertida de más de 30.000 km 2 de mar. Como se trata de posiciones de principio, ninguno de los gobiernos puede dar paso atrás. Y siempre está presente el riego de situaciones de hecho, provocadas o casuales, por la presencia de naves peruanas en territorio que Chile considera de su dominio, o a la inversa. El camino diplomático será accidentado. Chile y Perú saben de estas cosas. Así, la tensión creada por esta discrepancia se suma a la ya existente, de la demanda de reintegración marítima de Bolivia. Y escala peligrosamente la intensi- dad de la confrontación en el área. El juego diplomático Los tres jugadores han colocado cartas en la mesa diplomática que, a fuerza de usarse, han perdido utilidad y se han convertido en obstáculos adicionales a la solución del conflicto. En una tradición defensiva, heredada de la lógica bélica del siglo XIX, Chile se ha negado a cualquier negociación trilateral, en el temor de que serviría para re- construir la alianza boliviana-peruana, contra sus intereses. Intenta manejarse bilateralmente. Parte de la premisa de que resueltas las diferencias con Perú habrá eliminado la amenaza boliviana. O la inversa. Conrado Díaz Gallardo es el epítome de esta política, enemigo de Bolivia, se hizo confidente del Perú y fue instrumental en el Tratado de 1929. La política pendular de acercamiento a uno para debilitar al otro –que tanto alimentó la Cancillería del Mapocho– ha funcionado para mante- ner el status quo, pero no para resolver la controversia. El resultado son dos con- flictos y ninguna solución. La declaración de María Teresa Infante, Directora Nacional de Fronteras y Lí- mites de la Cancillería de Chile 4 , a El Mercurio de Santiago, se inscribe en esa lógica. Atribuye la posición del gobierno peruano en el asunto de la delimitación del territorio marítimo, a la intención de impedir una solución boliviano-chilena del tema de la reintegración marítima. El «Perú nunca va a aceptar cualquier arre- glo de Chile y Bolivia en esa Zona», afirma. Un entendimiento bilateral –boliviano-chileno o boliviano-peruano– siempre despertará las sospechas del tercero. Esa fue, recientemente, la experiencia del pro- 3 Juan Miguel Bákula, Perú: entre la utopía y la realidad , Tomo II, pág. 1147. 4 El Mercurio , 1 de noviembre 2005.
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