Generación de diálogo Chile-Perú / Perú-Chile: documento 2 : aspectos históricos

76 | Capítulo IV | De la paz final a la paz herida ideas de economía política, en especial en lo que a reactivación económica y tratamiento de la deuda externa se referían, era un rechazo casi directo a la estrategia chilena, bastante aporreada por una gravísima crisis de comienzos de la década. Incluso podía ser vista como próxima a la de Fidel Castro, que en 1985 cita a una reunión de deudores a La Habana, incluyendo a algunos empresarios latinoamericanos, para promover un repudio masivo de la deuda (aunque Cuba negociaría discretamente poco después un acuerdo con la banca de Europa Occidental). Más directamente, este programa de García era convergente hasta cierto punto con el de Ricardo Alfonsín en Argentina y José Sarney en Brasil, y todo sonaba a crítica tácita al “modelo chileno”, que había cumplido penosamente con la renegociación de su deuda externa en un difícil proceso que tiene su último instante de angustia a fines de 1986. Esta fue solo una cara de las relaciones. Por otro lado, García tuvo una actitud todavía más distendida que su antecesor hacia el gobierno chileno. Su vicepresidente, el insigne intelectual Luis Alberto Sánchez, visitó Chile y de una manera “no oficial” se entrevistó con Pinochet. El mismo Alan García dejaba entrever que los gastos militares tal como habían sido eran una carga para el erario del Perú. De hecho hacia fines de la década se iniciaron conversaciones más de forma que de contenido, pero con todo decidoras acerca de medidas de confianza mutua entre los ejércitos. La distensión tenía no poco que ver con la crisis político-militar al parecer imparable que afectaba al Perú, por el asedio de Sendero Luminoso y del movimiento Túpac Amaru. De haber triunfado hubiese planteado un problema de magnitud en la región, y en especial para Chile, y no sólo a Pinochet. La relativa buena atmósfera hizo que la diplomacia chilena efectuara un esfuerzo para finiquitar un viejo asunto, el de las cláusulas complementarias del Tratado de 1929. De allí surgieron las Actas de Lima de 1987, que no llegaron muy lejos por oposición en el Perú, al menos desde la perspectiva chilena, aunque consistió en un avance en comparación a la década anterior. Surgió también un nuevo elemento que iba a darle una tonalidad sorpresiva a las relaciones, la inmigración peruana a Chile, en esta década más bien concentrada en torno a la clase media alta peruana. En los años 1970, algunos chilenos exiliados se habían quedado en el Perú. En todo caso, quizás fue la relativa buena atmósfera de estos años lo que hizo que la Cancillería recibiera sin alarma aunque no de manera oficial en ese entonces el llamado “Memorándum Bákula” en 1986, probablemente el inicio del diferendo marítimo entre ambos países. 6. Regreso a la democracia, integración social y económica, acuerdos La década de 1990 es un punto de inflexión en ambos países. No era para menos, ya que en el caso de Chile vino el fin de la Guerra Fría no sólo como rebalse de los acontecimientos en el sistema internacional, sino que también en el interno. En marzo de 1990 asumió el gobierno democrático de Patricio Aylwin y Chile experimentaba un vuelco fundamental, que había sido preparado antes, pero que se manifestó con

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