La nueva teoría social en Hispanoamérica: introducción a la teoría de sistemas constructivista

La sociedad como sistema autopoiético: fundamentos del programa sociopoiético 55 en sus propiedades organizativas. Esto significa que las amenazas, y hasta las más novedosas irritaciones , deben enlazarse con sus específicas y peculiares condicionalidades y sólo pueden establecerse en sus operaciones internas, no por pensamientos ni por ondas electromagnéticas. Las influencias externas sólo tienen que ver con la capacidad de perturbar o de abastecer sus presupuestos, pero no pueden penetrar la clausura operativa que define a los sistemas sociales como tales, esto significa que ignoran los problemas no comunicados o incomunicables con sus operaciones. El reemplazo de la persona por la autopoiesis comunicativa de sistemas sociales destaca el hecho de que sólo la comunicación cumple con la condición de ser autoproducida socialmente y, por lo tanto, de ser un fenómeno exclusivamente social, donde lo importante no es quién comunica o cómo comunica, sino que se comunique y lo siga haciendo. Concebir al ser humano en el entorno de lo social implica reconocer su complejidad. Explicaciones que ponen su acento en la voluntad, disposiciones subjetivas y otras propiedades de los individuos, como las teorías de la acción (Parsons, 1988), rational choice (Mari-Klose, 2000) y, en general, el individualismo metodológico (Elster, 1984), han pasado por alto el problema del carácter sui generis y diferenciado de la complejidad social y psíquica. Es decir, se desconocen las propiedades autoorganizativas de tales sistemas. Específicamente, las personas, como entidades biopsíquicas, son presupuestas para la existencia de sistemas sociales, pero no son sus componentes. Aunque lo anterior no desmiente la presencia de personas en la sociedad, de hecho en la sociedad se construyen sus formas y se ponen a disposición de observadores, como puede apreciarse en el dinamismo de sus definiciones y criterios con respecto a su inclusión y exclusión (Robles y Arnold, 2001). La comunicación, que origina un nuevo estado de cosas, emerge desde la selectividad coordinada entre la producción de información, los actos expresivos o notificaciones, y la producción de comprensión o incomprensión de expresiones e informaciones. Concretamente, comprende las cadenas de acontecimientos selectivos que un observador aprecia cuando un sistema establece sus estados a partir de informaciones atribuidas a otro sistema. La comunicación no tiene nada que ver con transferencias. Una información, por ejemplo, es una diferencia que sólo se presenta como selección dentro del campo de posibilidades con que cuenta un sistema al ser irritado por el entorno, por eso, aunque pareciera recogida desde el entorno, sólo puede ser el resultado de un proceso auto-referido, que continúa con otra comunicación. De hecho, sólo la comunicación otorga sentido a lo que carece de él, y ello se produce cuando se distingue entre información y acto de comunicar bajo la forma de entendimiento. El entendimiento sería la observación que establece una unidad al proceso comunicativo, y del que surge la diferencia efectivamente comunicada.

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