La nueva teoría social en Hispanoamérica: introducción a la teoría de sistemas constructivista

52 Marcelo Arnold Las formas constructivistas que clasificamos como “ duras ”, por el contrario, no se arriman a explicaciones o argumentos realistas, aunque tampoco los niegan — ¡pues ya eso sería una declaración de realidad! Plantean la existencia de barreras infranqueables entre observadores y el mundo, siendo este último la verdadera “ caja negra ” (Glaserfeld, 1995). Desde sus posiciones no habría conocimientos que pudieran postularse con independencia de las acciones de sus observadores. Así explican que la construcción de la realidad se basaría en sistemas en cerradura operativa, que no mantienen contactos informativos con el entorno, y para los cuales todo lo que conocen depende de sus distinciones. Intentando aclarar estos procesos, Schmidt (1987) destaca cómo los conocimientos provienen de “ experiencias de realidad ” es decir, de logros específicos de sistemas observadores, que no pueden realizar operaciones fuera de los límites trazados por sus condicionamientos y que, por lo tanto, hacen surgir sus mundos desde sus operaciones internas. Las explicaciones más contundentes que nutren las formas más radicales del constructivismo se fundan en la teoría de la biopoiesis , tal como la desarrolla su principal exponente, el profesor Humberto Maturana Romecín (n. 1928). Éste, que trabajaba desde el año 1960 en los campos de investigación de la percepción y de la organización del ser vivo, concluyó que la primera podía entenderse biológicamente desde el operar del sistema nervioso, como una red de correlaciones internas, y que la organización de los seres vivos se explicaba, también, como un operar cerrado de producción de componentes producidos por la misma red de relaciones de componentes que los generan. Estas ideas se dieron a conocer con la publicación del texto “ De máquinas y seres vivos. Autopoiesis: la organización de lo vivo” (1973), que fue escrito conjuntamente con Francisco Varela, donde se propaga, por primera vez, una explicación de la vida utilizando la noción de autopoiesis –de poesis, que en griego significa producción. Las diferencias entre los constructivistas “duros” se focalizan en la determinación de la composición de la clausura autopoiética de los sistemas observadores. Para el biólogo Maturana (1990) ésta radica en el metabolismo celular y por extensión al sistema nervioso, en la propuesta sociopoiética es lo propio de las operaciones comunicativas de la sociedad. Para esta última versión, luhmanniana sin duda (1991), la realidad se indica, notifica y fija en referencia a lo social, desde allí todo lo conocido, sean conciencias, cuerpos, personas o ambiente natural, es tratado como entorno. No obstante las discrepancias de estos autores, la condición de observador no es un supuesto a priori, para ambos no habría observador fuera del acto de conocer. Si bien las aplicaciones del concepto de autopoiesis, más allá del ámbito celular han desatado muchas polémicas (Zolo, 1986; Habermas, 1985; Gibert, 2004), que surgen tanto de objeciones ideológicas como de incomprensiones sobre sus alcances, concordamos con Luhmann declarando que las condiciones requeridas de

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