La nueva teoría social en Hispanoamérica: introducción a la teoría de sistemas constructivista

50 Marcelo Arnold su integración, se hace cada vez más difícil. En este sentido, la complejidad es una medida de la indeterminación, o borrosidad, que surge al enfrentar observaciones con observaciones. Pero, como toda observación depende de las distinciones que se aplican, está condicionada por las relaciones que se deciden como relevantes. Laepistemología,queestudialosmecanismosqueconfiguranlarealidadhumana y social, tiene entre sus propósitos comprender la estrecha relación entre conocimiento y realidad, indica “ cómo se conoce ” y profundiza temas como la verdad, la objetividad y los métodos para alcanzarla. Recientemente, sus formas más prometedoras se dieron a conocer bajo el apelativo de constructivistas . Éstas han radicalizado la problematización acerca de los procesos que producen conocimientos, declarando que una realidad intrínseca e independiente del contexto que la indica es inalcanzable. El constructivismo sostiene que la realidad se produce desde observaciones y no preexiste a ellas, por lo tanto sus referencias no pueden justificarse con independencia de estas operaciones. Advierte que ninguna construcción de conocimientos puede adjudicarse accesos privilegiados a la realidad, pues éstos remiten a sus específicas condicionalidades. Lo anterior explica la existencia de muchos dominios paralelos de experiencias de observación que, obedeciendo a premisas diferentes, constituyen otros tantos mundos de realidad. Entonces no resulta excéntrico preguntarse ¿ en qué circunstancias pensamos las cosas como reales ?, como lo hizo Schütz (1974) al iniciar su célebre ensayo sobre El Quijote, o como queda expuesto en el provocativo titulo del famoso texto de Watzlawick “ Qué tan real es la realidad ” (1977). Así, con el constructivismo, la autorreflexión en la sociedad desemboca en su más exquisita extravagancia (Luhmann, 1999). Actualmente, el constructivismo tiene una amplia variedad de aplicaciones. Sus premisas forman parte de estrategias clínicas para cambios personales precipitados terapéuticamente, sus practicantes afirman que los pacientes acuden a las terapias porque la realidad, tal como ellos mismos se la han construido, se les hace inviable (Mahoney, 1995; Neimeyer, 1996). Sus argumentos son, también, apoyos académicos que acompañan las reformas pedagógicas que asumen que los aprendizajes son procesos activos de construcción de conocimientos (Coll, 1996; Wallner, 1994); constituyen además puntos de partida para explicaciones de la cultura y de los órdenes sociales (Corcuff, 1998; Berger y Luckmann, 1968), y desde antiguo, se les tiene como instrumentos para el desarrollo organizacional (Lewin, 1948; Arnold, 2001). En forma más específica, el constructivismo se enlaza con las corrientes perspectivistas que destacan las innumerables facetas de los fenómenos humanos y sociales y la multiplicidad de miradas que se les pueden dirigir. Pero la madurez del pensamiento constructivista presupuso cruces disciplinarios que incorporaron, sistemática o intuitivamente, las hipótesis de Roth (1996) sobre el funcionamiento del cerebro, y las de Maturana y Varela (1984) acerca del sistema nervioso humano; los procesos de autoorganización descritos

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