La nueva teoría social en Hispanoamérica: introducción a la teoría de sistemas constructivista
350 Luis González en las calles y un extremado puritanismo en el discurso. No era apropiado hablar de sexo, y quien lo hiciera sufría el castigo y la reprobación de sus contemporáneos (Bofill y Tizón, 1994: 36-37). Freud, en resumen, hubo entonces de sortear una doble paradoja: generar una teoría plausible del funcionamiento psíquico que reconociera una dimensión biológica, pero que al mismo tiempo admitiera causas de otra naturaleza, y segundo, nombrar lo innombrable, a riesgo de sufrir el rechazo de sus colegas. Esta situación doble-vinculante, lejos de conducirlo a la locura, fue el terreno fértil para una de las teorías más influyentes en la historia de Occidente (Berger, 1993: 226). Su teoría, si bien pasó a convertirse en una de las marcas del siglo XX, le costó el rechazo de sus colegas (y un cáncer a la mandíbula). Sin embargo, hay algunos conceptos sistémicos que nos permiten iluminar aún más estas paradojas: la observación autorreferencial. 6. La observación autorreferencial como paradoja Volviendo a las paradojas, una de las teorías que las ha planteado más consistentemente como un elemento central de la observación es la Luhmanniana. Si bien esta última está cruzada por paradojas (incluyendo a la modernidad como una de ellas), vale la pena detenerse en aquellas que se fundamentan en el propio sistema que hace distinciones, o sea, un sistema observador. Esto es importante por al menos tres razones básicas: 1) desde la perspectiva luhmanniana, siempre un sistema se autoorganiza en relación al entorno, 2) siempre una observación es autorreferencial en la medida que remite al mismo sistema que la realiza, 3) ni el sistema ni la observación son posibles sin el entorno, si se permite, sin la alteridad. Arnold y Robles (2000) sin embargo, advierten de algunas de las paradojas de esta observación. Los mecanismos para realizar la distinción que el observador realiza se invisibilizan durante el tiempo que ésta está en curso. El observador no puede ver qué estructuras o funciones están a la base de sus distinciones y, es más, tiende a percibirlas como una propiedad del entorno. Ramos (1997: 140), por su parte, enumera las tres paradojas de esta observación. Primera: “el observador es el tercer excluido y, por lo tanto, es ciego para sus propias observaciones, pues no ve lo que no ve”. Segunda: “el observador excluido de su observación (1ª paradoja) está incluido en su observación”. Tercera: “el autoobservador es un heteroobservador para sí mismo”. El ciego (1ª paradoja) que se observa en sus heteroobservaciones (2ª paradoja) observa en realidad a otro cuando se observa a sí mismo: es el mismo y autoobservación de segundo orden. La heteroobservación realizada por otro investigador es la única salida. Esta observación de segundo orden, como dicen los autores, no es algo nuevo en las ciencias sociales en la medida que el tema de lo latente ha sido abordado de distintas maneras: el
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