La nueva teoría social en Hispanoamérica: introducción a la teoría de sistemas constructivista

320 Daniela Thumala y Fresia Salinas No obstante la mixtura de modernidad y premodernidad que observa García Canclini, en general la actualidad se caracteriza por un mundo que se separa cada vez más de lo conocido. Por ello se acrecienta la cantidad de términos con el prefijo “pos”: posindustrial, posracionalista, etc. Se sabe que hay algo nuevo que nace (no se conoce bien qué) porque todo lo antiguo, moderno hasta ayer, se termina: fin de la historia, fin de la Razón, muerte de Dios, de la metafísica, de las Luces, de la revolución, de las utopías (Brunner, 1999). Es interesante, y no poco inquietante, observar cómo lo que aparecía como una promesa de la modernidad —el entierro de la religión y de la metafísica para dar paso a la ciencia como fuente de verdad— para Brunner (1999) dio resultados contrarios. A medida que se difunde el conocimiento hay mayor conciencia de que existen cosas que no podemos conocer. La razón tampoco ha podido, por sí misma, regalarnos certezas. Del mismo modo, para Giddens (1995) la modernidad corresponde a un orden postradicional en el que la seguridad de las tradiciones o costumbres no ha podido ser reemplazada por la certidumbre del conocimiento racional. En la modernidad el hombre vive en la duda radical, todo conocimiento es hipotético, puede ser cuestionado a la luz de nuevos descubrimientos, todo es tentativo, no hay verdades absolutas. Si se buscó en Occidente reemplazar los dogmas pre-establecidos, en la modernidad lo que tenemos es la institucionalización de la duda. No sólo nos enfrentamos a la pérdida de certidumbre; Beck (1999) señala al riesgo como un elemento central en la comprensión de la modernidad. Plantea que la producción de riqueza va acompañada de la producción social de riesgos que son consecuencia del desarrollo técnico y económico de la modernidad. Obviamente la presencia de riesgos no es propia de este período, pero (más allá de desastres naturales) a diferencia de épocas anteriores los riesgos corresponden a problemas globales de amenaza para toda la humanidad, muchos de ellos de efectos incalculables e impredecibles, como la fisión nuclear o los experimentos genéticos. En este contexto paradójico de lamodernidad, en el que el hombre ha reducido un gran número de riesgos pero a la vez ha generado otros nuevos, en el que la razón y la ciencia iban a ofrecer certezas y en cambio han llegado de la mano con la incertidumbre, el hombre es concebido como un ser libre y por lo tanto responsable, en gran medida, de su suerte. Aún cuando la idea de destino, que corresponde a un orden tradicional, no ha desaparecido del todo, la modernidad sitúa al individuo como responsable de evaluar las posibilidades y riesgos de las elecciones que toma para su vida futura. Hay pocas situaciones en que una decisión sobre lo que se ha de hacer queda en manos de alguien definido como un experto. Por lo general, la información de la persona o sistema experto sólo ayuda a la evaluación de los riesgos, pero quien lleva la responsabilidad de la decisión es el individuo afectado por

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