La nueva teoría social en Hispanoamérica: introducción a la teoría de sistemas constructivista
318 Daniela Thumala y Fresia Salinas sociedad, comunidad o grupo) ni en el tiempo individual (se modifica su importancia o cambian a través de la historia de cada persona). Tampoco son categorías necesariamente compartidas por todos los miembros de una sociedad: habrá intersecciones de configuraciones donde encontraremos pautas de recurrencia. De este modo, no se puede aseverar que cada categoría marque distinciones en una sola dirección, sino que se entrecruza con otras, formando un entramado complejo. Así, la categoría de “joven” o “juventud” puede verse cruzada por “nivel económico”, “escolaridad”, “pertenencia a una iglesia”, entre otras. Entonces, para alcanzar un grado adecuado de comprensión de los elementos que son considerados relevantes en la vida de las personas miembros de una sociedad, no sólo es indispensable conocer sus experiencias, las relaciones que mantienen con otras y las asociaciones emocionales de experiencias y relaciones sino, además, es necesario descubrir las categorizaciones conceptuales que marcan distinciones culturalmente relevantes. Por otra parte, desde el enfoque sistémico-constructivista, Luhmann (1997) describe a la sociedad desde una perspectiva estructural y semántica. No obstante, para este autor es la descripción estructural la que permite diferenciar a la sociedad moderna de las sociedades tradicionales. Este acento puesto en el aspecto estructural, de alguna manera, deja al concepto de cultura al margen de esta descripción. Situándose desde esta misma perspectiva teórico-epistemológica, Dockendorff (ver su capítulo en este mismo libro) sostiene que la observación de la sociedad se enriquece con la consideración de la semántica, fundamentalmente observando su papel estructurante. La semántica no se reduce a las autodescripciones de la sociedad, ya que adquiere un papel estructurante en tanto reestabiliza estructuras. Sin embargo, aunque se transforme en estructuras sigue siendo semántica y como tal tiene una función observable en cuanto tendencia la selección de nuevas semánticas. Estas semánticas reestabilizadas adquieren una dimensión tácita, latente y, de esta forma, estructurante. Son semánticas sedimentadas que sensibilizan a la sociedad a ciertos contenidos de comunicación y no a otros, orientando la comunicación en una determinada dirección. El hecho de que orienten la comunicación no significa que impidan la desviación; la orientación no obliga, sólo ofrece un campo de posibilidades que permiten la conservación o el cambio de semánticas. Para Dockendorff, considerar el papel estructurante de la semántica no implica desconocer el proceso de diferenciación sistémica. Sin embargo, aun cuando parece indiscutible que la sociedad moderna se caracteriza por la falta de una visión o discurso central, al mismo tiempo es posible observar constelaciones de semánticas en las comunicaciones en los diferentes sistemas que, a pesar de la segmentación, permiten la observación de recurrencias que hacen distinguible una sociedad o época histórica de otra. Así, las comunicaciones no operan en un horizonte total de sentido, sino en una primera reducción de sentido, dado por las semánticas sedimentadas que constituyen la cultura.
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