La nueva teoría social en Hispanoamérica: introducción a la teoría de sistemas constructivista

Sistemas de interacción, doble contingencia y autopoiesis indexical 259 psíquico (Luhmann, 1999: 215). E inteligencia significa que no se puede observar cómo se genera el contacto consigo mismo, o lo que Blumer entiende por autoindicación. Todo debe ingresar en calidad de comunicación indexical al sistema social para que sea plausible: en realidad, se trata de una reconstrucción de la transparencia, pese a la complejidad no transparente. El intento de calcular al otro debe fracasar necesariamente. De hecho, las cajas negras generan blancura sólo sobre la base de tanteos, de suposiciones, de allí se genera una certeza mínima, puesto que la suposición lleva a la suposición del alter ego. En otras palabras, la indexicalidad de una explicación práctica produce otra y así sucesivamente. Si la inestabilidad es observada como un problema, hay mayores posibilidades para que se recurra al encuentro de soluciones. Como sabemos desde Marx, son los problemas los que autocatalizan a los sistemas sociales y los hacen moverse, no la “paz de los cementerios”. El sistema social no es tal debido a que aquellos sistemas que se encuentran en doble contingencia puedan pronosticarse mutuamente, sino que un sistema cobra existencia sobre la base de que no existe ninguna certeza básica estable, así como tampoco comportamientos basados en ella. Lo único que se puede controlar son las incertidumbres y la absorción de las incertidumbres se estabiliza con la estabilización de las expectativas, no con la conducta: la conducta no se ejecuta sin expectativas. Queremos insistir en esto. Tal como en el hecho de que no hay expectativas fuera de la realización práctica de la autopoiesis indexical. Y tal como la estabilización temporalizada de las expectativas es fundamental para la estabilización de estructuras, la frustración de las expectativas desmonta estructuras, por ejemplo, mediante los experimentos de quiebre de la EM (Robles, 1999: 175), pero jamás fuera de la comunicación. Más adelante expondremos que la sobrevaloración de las expectativas (Gibert y Correa, 2001) no invalida necesariamente el teorema de la doble contingencia de Luhmann, sino que lo conduce a un callejón sin salida. Ahora bien, esta transparencia relativa que se logra con las estructuras se reintegra con la experiencia de la contingencia. Lo que se gana en estructura se compensa con la existencia de la cláusula de que todo podría ser de otro modo. La pregunta es entonces, ¿bajo qué diferencia se inicia un sistema construido con la base de la doble contingencia? La respuesta tradicional nos dice que el sustento de los sistemas es el interés personal del actor, sus objetivos, etc., pero el teorema de la doble contingencia nos lleva a una respuesta distinta: el sistema se pone en marcha desde la pregunta de si el interlocutor aceptará o rechazará la comunicación. O, desde el punto de vista de la acción: si la comunicación lo beneficiará o lo perjudicará. Sólo en segundo lugar viene el tema del interés personal; ningún interés personal puede ser plausible sin haberse resuelto de una u otra manera la primera pregunta, es decir, sin que la comunicación haya sido aceptada; no se genera ningún sistema social si no se actúa comunicacionalmente y reacciona positiva o negativamente a la comunicación. Esto es fundamental y la EM que dedica esfuerzos

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