La nueva teoría social en Hispanoamérica: introducción a la teoría de sistemas constructivista
256 Fernando Robles Para entender así las cosas hay que alejarse del tratamiento tradicional que intenta resolver el problema de la doble contingencia mediante términos como la interacción en sí misma (en el interaccionismo simbólico), el reflejo (como en el conductismo o el estructuralismo) o la reciprocidad de las perspectivas (como en la fenomenología constitutiva de actitud natural) También la idea de que este es un problema que resuelven sujetos es inadecuada, porque no considera la autoselectividad de las perspectivas y la impenetrabilidad del otro como individualidad pensante. En este punto, si la sociología inspirada en el pensamiento ilustrado se remite al sujeto, lo que ha hecho hasta ahora es reducirlo a una retórica sujetológica improductiva (Robles y Arnold, 2000a: 82). Desde el punto de vista de la diferencia entre sistema y entorno, es necesario recalcar la distinción entre los sistemas psíquicos y los sistemas sociales. Para poner en marcha la comunicación, las situaciones de doble contingencia necesitan un mínimo de expectativas y de observación mutua, determinadas estructuralmente por la posibilidad del uso del lenguaje. Estas condiciones están lo suficientemente marcadas en los sistemas de interacción, por lo que no es necesario abstraerse más allá de la cuenta en su formulación. Los participantes no pueden comprenderse entre sí totalmente, primero porque las observaciones que ejecutan del otro son parcialmente ciegas y porque los sistemas psíquicos de los sistemas observadores son impenetrables. Se plantea entonces la pregunta siguiente: ¿hasta qué punto los interlocutores deben ser capaces de entenderse para poder comunicarse? En este sentido, Luhmann (1991) llama personas a los sistemas psíquicos que son observados por otros sistemas psíquicos o sociales: la forma persona sería entonces el resultado de la observación de un sistema por otro. Las formas persona que sean observadas por sistemas psíquicos son inobservables, pero la observación de las formas-personas por los sistemas sociales es decisiva para distinguir entre quien es tratado como persona y pueda ser interlocutor de la comunicación conversada, y quien no. Esta distinción es fundamental tanto para las operaciones de los sistemas funcionales parciales de la sociedad como en los sistemas de interacción, porque dan lugar a la forma inclusión/exclusión, el supercódigo que cruza a todo el sistema de la sociedad (Robles, 1999: 289). En este mismo sentido, la EM habla de “miembro” como la resultante de la observación de los sistemas que se observan distinguiendo, con lo que se transpone la observación de personas a la descripción de lo-que-hacen, lo que no es idéntico a lo que piensan, pero concomitante con lo que describen (teorema de la identidad de la EM). Con mucho mayor precisión empírica que el CSO, la EM tematiza la diferencia entre la autopoiesis de los sistemas psíquicos y los sistemas de interacción de la siguientemanera: laEMrecopila y describe-analiza una serie de prácticas en las cuales los miembros comunicadores en situaciones particulares comunican que piensan algo distinto de lo que dicen, aún usando muchas palabras para ello. Estas “explicaciones
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