La nueva teoría social en Hispanoamérica: introducción a la teoría de sistemas constructivista

248 Fernando Robles la complejidad inclusive desintegrándose. El hecho de que ciertos sistemas de interacción se desentiendan de la desparadojización, aminorando su relevancia y dando lugar a un aumento de la relevancia de los medios de comunicación que operan disociados de la interacción para que asuman sin contrapeso la autodescripción de la sociedad, es una cuestión que no podemos responder aquí. Todos los sistemas autorreferenciales operan por autocontacto, no hay otra relación con su entorno que ésta. Ahora bien, en lo que respecta a su organización autorreferencial, estos sistemas son cerrados. Los sistemas sociales de interacción no tienen por qué hacer referencia a una conciencia. En este contexto nace el concepto de autopoiesis. La autopoiesis no significa que en el entorno no existan operaciones similares o idénticas a las que el sistema realiza, pero no lo sabemos de antemano. Particularmente, en el caso de los sistemas de interacción, hay que recalcar que no existe ninguna comunicación fuera del sistema de comunicación de la sociedad. Pero ellos son componentes operativos sui generis e imprescindibles de la autopoiesis de la sociedad. El uso de la autopoiesis es fundamental para cualquier operación por autocontacto y tiene consecuencias fundamentales para la caracterización del conocimiento: cualquier observación de los elementos que componen un sistema y que fungen como unidad, debe atenerse a los esquemas de la diferencia que permiten establecer aquello que es diferencia y lo que es unidad; esto es algo que se logra en cada observación (distinción) que utilice un esquema de distinciones en el que la unidad de la diferencia esté en el sistema observante y no en el observado, lo que obviamente no excluye la autoobservación. Por ello, el problema no está en la repetición de acciones sino en la capacidad de enlace autopoiético. En los sistemas de interacción, las repeticiones deben excluirse porque en principio no conectan nada, no producen sorpresa, entretenimiento ni novedad. Sin embargo, uno de los recursos que los interactuantes usan para obtener atención y aumentar las posibilidades de aceptación de la comunicación, es precisamente la reiteración deliberada, que se usa como catalizador para que la comunicación continúe. Si los sistemas autopoiéticos renuncian a la posibilidad del control unilateral, son sistemas acéntricos respecto de su control, esto se pone de manifiesto con especial claridad en los sistemas de interacción: la “maquinaria” de la toma y el uso de los turnos en las conversaciones elimina de por sí cualquier centralidad, pero genera alternativamente secuencias de turnos sustentadas en el siguiente principio: cuando un hablante termina de hablar, se abre contingentemente la posibilidad para que el turno se recambie. Por lo que ninguna parte del sistema (ningún hablante que sea escuchado) puede controlar a otra sin ser a su vez controlada; en otras palabras, nadie puede observar sin ser observado. Los problemas del control pueden ser resueltos mediante la acentuación de la autoobservación del sistema, haciendo reentrar la imagen de la unidad de su diferencia en la comunicación, pero nunca de

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