La nueva teoría social en Hispanoamérica: introducción a la teoría de sistemas constructivista
234 Fernando Robles prescindiendo de la producción de conversaciones de consejería o de la negociación conversacional que permite la construcción de informes socioeconómicos, de cuyo contenido depende cómo se construye el beneficiario y si éste puede ser incluido en el programa respectivo o no (Robles, 2002, Turner, 1976). El CSO no puede ser presentado en la actualidad como un conjunto acabado de conceptos, de axiomas o de afirmaciones que puedan hacer de él un sistema deductivo de alta coherencia (Von Foerster, 1986). Su nombre designa más bien la existencia de programas de investigación, en el sentido de Lakatos; pero además, el CSO, como veremos en el curso de este trabajo, no configura ninguna teoría deductivista. El punto de partida de la teoría de sistemas no es la unidad de sus componentes sino la diferencia entre sistema y entorno. Los sistemas están orientados al entorno y la descripción del sistema presupone la indicación del entorno. Los sistemas se construyen y se mantienen mediante la conservación de la diferencia con el entorno, cuyo limite utilizan para la regulación de dicha diferencia. Si se carece de diferencia respecto del entorno, no es posible ninguna referencialidad: la diferencia y no la unidad, es entonces la premisa para todas las operaciones sistémicas autorreferenciales. Por ello, es obvio que la conservación de los límites del sistema equivale a la conservación del sistema. El entorno, entonces, alcanza su unidad sólo mediante el sistema y jamás abandonando la relación con el sistema, por lo tanto no pueden existir entornos independientes de sistemas así como tampoco sistemas sin entorno. El entorno está demarcado por la existencia de horizontes abiertos y no por límites rebasables; además el entorno no es en principio ningún sistema. Por ello, tampoco tiene capacidad de autorreflexión, es el lugar de mayor contingencia e incertidumbre y de menos orden (Luhmann, 1998a; Luhmann y De Giorgi, 1993: 34). Que los sistemas de interacción sean entornos relevantes de los sistemas funcionales pero que debido a su extrema maleabilidad puedan acoplarse con “relativa” facilidad a cada uno de ellos, en nada cambia su condición autopoiética. Esta constatación señala más bien una enorme heterogeneidad en los programas de los sistemas de interacción, que le otorgan la textura y flexibilidad temática que necesitan para operar como catalizadores de las comunicaciones especializadas de los sistemas funcionales. Una de las consecuencias elementales de lo anterior es que es necesario distinguir entre el entorno de un sistema y los sistemas en el entorno de dicho sistema, esto es algo que hasta ahora no ha sido tematizado suficientemente y que complejiza cualquier tratamiento de las relaciones entre los sistemas y los entornos. Los sistemas en el entorno del sistema están a su vez orientados a sus propios entornos. Por lo que ningún sistema puede disponer sobre las relaciones sistema/entorno ajenas, de allí es que los sistemas se representan el complejo de sus relaciones con el entorno como un tramado desconcertante y además como una unidad que es autoconstruida por él mismo, que, como sabemos, es el resultado de
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