La nueva teoría social en Hispanoamérica: introducción a la teoría de sistemas constructivista
216 Aldo Mascareño elementos de su complejidad para formar un arreglo coevolutivo con otro sistema (Luhmann, 1997: 92), este tipo de metodología parece imprescindible. Por cierto no se tratará sólo de analizar juegos entre individuos, sino también entre organizaciones, o entre actores colectivos acoplados a lógicas funcionales. Las negociaciones entre gobierno y empresarios para definir marcos regulatorios son un buen candidato para este tipo de análisis, como lo son todos los sistemas de deliberación o negociación (Willke, 1995), representados de modo fiel, en el caso chileno, en la experiencia de la mesa de diálogo de derechos humanos que tuvo lugar a fines de los años noventa, de cuya operación se derivan consecuencias para los sistemas funcionales del derecho y la política, sin obviar lo que produjo y produce aún en el medium de la moral y en su reflexión ética. La antropología ha mostrado ciertos avances en la utilización de la teoría de los juegos para el análisis del proceso de formación y estabilización de estructuras, sea mediante la simulación de sociedades artificiales (Epstein y Axtell, 1996), o la modelación de operaciones reales como las referidas a los sistemas complejos de irrigación en comunidades balinesas, cuya arquitectura no deriva de ningún intento deliberado por diseñarla (Lansing, 2000). Y la sociología también lo ha hecho, a través del análisis de expectativas en situaciones de competencia que producen conductas emergentes no orientadas el éxito, como se presupone bajo un enfoque racional (Feld, 1997). Esto se observa de modo particularmente claro en las respuestas a la frustración en un juego denominado Starpower , que involucra alrededor de sesenta participantes divididos en tres grupos a quienes se les reparten cartas con indicaciones acerca de sus valores y los valores de las combinaciones que poseen (Feld, 1997). En una primera ronda, los participantes pueden intercambiar sus cartas de acuerdo a reglas con el fin de mejorar sus puntajes. Sin embargo, antes de comenzar una segunda ronda de intercambios, los participantes son reagrupados según los valores de sus cartas y se le entrega al grupo de mayor puntaje el derecho a cambiar las reglas de la segunda ronda y de las siguientes. La consecuencia es que este grupo comienza a generar reglas crecientemente opresivas para obtener las cartas valiosas de los otros grupos, anulando las posibilidades de ellos de moverse hacia arriba en la jerarquía (Feld, 1997: 108). Así, señala F. Scott: “Los miembros de los grupos bajos responden a la desesperanza de su destino en una variedad de formas; algunos escondían sus cartas o a sí mismos; otros arrancaban; aun otros rechazaban directamente seguir las reglas y algunos de ellos parecían desafiar al grupo superior incluso de hacerlas” (Feld, 1997: 109). Por cierto, en términos sistémicos el centro de interés no está en la frustración de los participantes que no accedieron al grupo superior, sino en la formación de estructuras y en la respuesta cognitiva o normativa frente a ellas. Es precisamente eso lo que está en la base del éxito o fracaso de un determinado tipo de acoplamiento
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