La nueva teoría social en Hispanoamérica: introducción a la teoría de sistemas constructivista

Sociología del método 205 etnometodológica sí representa un quiebre, el punto es si ese quiebre le da a la etnometodología carta de ciudadanía sistémica. La insistente referencia a personas en la construcción etnometodológica —personas en tanto actores, no en el sentido técnico sistémico de forma en la comunicación de sistemas en la perspectiva de la inclusión (Luhmann, 1998a: 231-244)— hace al menos dudar si más allá del espacio de la interacción, la etnometodología es aplicable como método de investigación sistémica en la dimensión organizacional y funcional. Una primera respuesta puede ser afirmativa, pero precisamente en el sentido que se considere la relación de acoplamiento (no de inclusión) entre la dimensión funcional, organizacional y interaccional de los sistemas sociales basados en el sentido. Así, por ejemplo, es posible realizar investigación etnometodológica en un espacio organizacional y observar de qué modo la indexicalidad de la interacción lingüísticamente mediada se estructura en ese contexto a partir de las reglas y procedimientos organizacionales, o hacer algo análogo en relación al sistema funcional para observar cómo los medios de comunicación simbólicamente generalizados se traducen en lenguaje para probabilizar determinadas selecciones sistémicas cuando por motivos idiosincrásicos la cosa se pone complicada, por ejemplo, para explicarle y convencer a un indígena de la amazonia que en Brasilia se utiliza el dinero como mecanismo de intercambio y no las plumas de la cola del pájaro dodo. Para ese caso, la unidad de análisis , sin embargo, seguiría siendo el sistema de interacción, y probablemente ése sea el problema insalvable de la etnometodología para instituirse como método de investigación sistémica de la relación acoplada entre sistema funcional, organización e interacción: que prescinde de lo que se establece evolutivamente como estructura social y semántica sistémica. Robles es de tal modo consistente en su argumentación etnometodológica que reduce el espacio para introducir tales variables en la discusión de la indexicalidad de la interacción lingüística. Tiene plena razón en su crítica a las estrategias estructuralistas o cuasi-trascendentales que reducen lo social a una realización práctica de normas o modelos, pues esas normas o modelos también deben ser de alguna manera explicados como producto de las propias prácticas –si es que no se quiere pensar que algún extraterrestre nos dio el primer empujón. No hay oráculos, dice Robles (Robles, 1999: 183), y habría que aceptar que cuando había, funcionaban indexicalmente. Da la impresión, sin embargo, de que su postura excluye más de lo que debería y atribuye a la interacción más de lo que la teoría de sistemas estaría dispuesta a conceder: Para la EM [etnometodología] las propiedades observables de cualquier interacción entre sujetos sociales que digan relación con su secuencialidad, con la inteligibilidad, con la eficacia o con cualquiera de sus particularidades o con las tipificaciones que sean su basamento, no pueden ser interpretadas y comprendidas y ni siquiera individualizadas con la ayuda

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