La nueva teoría social en Hispanoamérica: introducción a la teoría de sistemas constructivista

Sociología del método 199 translingüística) y una dimensión estructural o anafórica (el lenguaje apuntando al lenguaje)” (Ibáñez, 1991: 80). Con base en estas dimensiones Ibáñez divide los métodos posibles para la investigación social: la encuesta estadística para la dimensión referencial del componente simbólico, el grupo de discusión para la dimensión estructural del mismo componente y el socioanálisis para el componente semiótico del lenguaje. Uno podría intentar encontrar aquí una relación hacia los tres tipos de sistema social descritos en la sección anterior (interacción, organización, sistema funcional), más aun cuando el propio Ibáñez indica que existen “tres niveles en un conjunto” (Ibáñez, 1991: 99): el de los elementos, las relaciones entre elementos (estructura) y el de las relaciones entre relaciones (sistema). Sin embargo, a poco andar se observa que las operaciones de fondo siguen siendo las clásicas. Los elementos de la sociedad son —según Ibáñez— individuos, no comunicaciones; el grupo de discusión, anclado —como señalamos— en la dimensión estructural del componente simbólico del lenguaje, remite a las relaciones entre elementos (estructura), es decir, a relaciones entre individuos; consecuentemente con ello, la forma de la sociedad se divide en discurso y acción, lo que impide observar la comunicación como unidad de tres cifras (información, notificación, comprensión). A Ibáñez le es imposible desprenderse de la figura del sujeto, a pesar de tener todas las herramientas epistemológicas para hacerlo. 36 28 . Es más, él lee y emplea a Spencer-Brown en la línea sujetológica (para utilizar una expresión de F. Robles). Dice Ibáñez: “El cálculo de distinciones ha sido formalizado por Spencer-Brown. En el primer axioma del cálculo introduce el sujeto y los valores. Para que sea trazada una distinción ha de haber alguien que la trace (un sujeto), y, para que la trace, los dos bordes de la distinción tienen que diferir en valor para él (los valores)” (Ibáñez, 1991: 130). Un método de investigación aplicable a la teoría de sistemas debe subordinar la premisa de un sujeto que distingue a la comunicación como espacio de distinciones, a la différance , al sistema significativo de reenvíos que posibilita que algo sea distinto de otra cosa. Es ahí donde la distinción que sistémicamente importa distingue, precisamente por la relación de desplazamiento y espaciamiento que establece con su entorno; la distinción en la conciencia del ‘agente’ puede estar sometida a un juego 36 Probablemente lo habría hecho, o habría encontrado una vía alternativa si hubiese tenido tiempo de leer a Luhmann. Ibáñez no leía alemán; su acercamiento a él era gracias a amigos de buena voluntad que le traducían algunos textos, según explicó el mismo Ibáñez a Marcelo Arnold a fines de los años ochenta cuando estuvo en Chile. Esto aclara la falta de referencias a Luhmann en sus libros a pesar de tratar sus temas y tomar a Spencer-Brown como punto central de ref- erencia. Su interés por Luhmann, sin embargo, era claro. Poco antes de morir había concertado un encuentro en Madrid con el propio Marcelo Arnold –quien había trabajado directamente con el maestro en los años ochenta en Bielefeld– para discutir sus lecturas iniciales en teoría de sistemas. Ibáñez además rechazaba las calificaciones políticas de Luhmann como un teórico de derecha y llegó a titular su recensión al libro de Ignacio Izuzquiza La sociedad sin hombres entusia- stamente de forma evocadora: “Érase una vez un gigante…” (El Mundo, marzo 27 de 1991). Esta lectura de Luhmann por Ibáñez seguramente habría cambiado el escenario actual de los métodos sistémicos. Lamentablemente la muerte del intelectual español en 1992 la impidió y nos quedamos con un Ibáñez sujetológico que a ojos novatos parece sistémico. Agradezco a Marcelo Arnold los datos biográficos en esta nota.

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