La nueva teoría social en Hispanoamérica: introducción a la teoría de sistemas constructivista

Límites epistemológicos en la construcción de indicadores 123 aprehender la realidad, pero ahora sin calificarla de válida o no, lo que se inserta en un discurso autoritario de corte “académico”. En síntesis, se impone volver a la discusión problematizando y no calificando. Particularmente, en el caso de la ciencia social este viraje ha llevado al reconocimiento de la complejidad de lo real, por lo que parecería reduccionista —e incluso contradictorio— pensar que las nuevas dimensiones conocidas del mundo social y natural permitirían excluir las que se aceptaban anteriormente. Es claro que deben ser redefinidas (mas no excluidas), pero sólo eso, al menos por el momento. De ahí la relevancia de propuestas como la de Conde para sustituir la estructura conceptual dual por una triangular (Conde, 1995). Desde esta perspectiva, resulta de suma importancia retomar la idea de que la ‘verdad’ es necesariamente polisémica, con una dimensión autorreferencial que implica la adquisición de sentido (validez/cientificidad/certidumbre) en función de su propio espacio de referencia que tiene validez propia; es decir, tiene campos de validación en un contexto particular en el cual esa misma ‘verdad’ es construida de manera particular. De igual forma, permite plantear la necesidad de renunciar a la ‘pureza’ de los géneros o perspectivas, sobre todo si se reconoce que hay una dimensión cualitativa en lo cuantitativo y viceversa. Así, siguiendo a Delgado y Gutiérrez (1995: 27), podría proponerse un modelo como espacio continuo, cuyos extremos no están definidos por lo cuantitativo de un lado y lo cualitativo por el otro, oponiéndose y excluyéndose, sino por “una gradación que va desde el énfasis en la técnica y la ausencia de una reflexión epistemológica, hasta el énfasis precisamente en la reflexión metodológica y epistemológica”. Como dice Delgado y Gutiérrez (1995), si aceptamos que en ningún ámbito de la actividad humana existe una realidad dada, independiente del sujeto, entonces es necesario considerar la totalidad de las técnicas y prácticas de investigación como configuraciones históricas (contingentes, coyunturales, sintomáticas) destinadas a la invención o construcción de realidades, dinámicas, actores, etcétera. Los datos, los textos, los procedimientos de análisis no constituyen intuiciones del proceso de investigación o derivaciones “naturales” del método científico, sino, principalmente, efectos de significado, juegos de lenguaje, ámbitos semióticos de circulación. No son objetos dados sino construidos. Las técnicas no recogen después de rastrear algo que estaba al principio simplemente, sino que seleccionan, escogen, captan, construyen un resultado, un producto, un sentido en el contexto de la lingüisticidad de lo social. Pareciera que en la última década se ha fortalecido la perspectiva de complementariedad —en sustitución a la de exclusión/oposición—, al menos así lo muestran los estudios coordinados por Delgado y Gutiérrez (1995) y los de Cook y Reichardt (1986), entre otros trabajos que reúnen diversas reflexiones en las que se privilegian los métodos cualitativos, pero no se desconocen los cuantitativos. La presente propuesta se encuentra muy alejada de pretender una simbiosis o síntesis

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